Jorge Covarrubias – LA JORNADA JALISCO
Según los expertos, en el futuro las naciones se levantarán en armas para disputarse el agua, este vital líquido que comienza a escasear y que se ha convertido en un elemento estratégico para el desarrollo. Advierten incluso los procesos de privatización que van configurándose en distintos espacios un indicio de que ese día no está muy lejano.
La página de Internet ecoportal.net estima que en el año 2025 la demanda de este elemento tan necesario para la vida humana será un 56% superior que el suministro, y quienes posean agua podrían ser blanco de un saqueo forzado.
A finales de la década de los 90 y principios del año 2000, la ciudad de Cochabamba, Bolivia, se convirtió en un polvorín debido a la incipiente privatización del agua que amenazaba con dejar a una gran parte de la población sin este líquido, a la par que se vislumbraban tarifas de hasta un 300 por ciento.
Oscar Olivera Foronda, portavoz de la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida en dicho país, fue una de las piezas clave para derribar los intentos de privatización. Invitado por el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario AC (Imdec), el también secretario ejecutivo de la Federación de Trabajadores Fabriles de Cochabamba (FCTC), compartió su experiencia con pobladores de Temacapulín –cuyo poblado será inundado por la presa El Zapotillo– y activistas sociales que están en contra de Arcediano, otra de las represas, en una charla que llevó por título El agua es nuestra, carajo.
Previamente se dio el tiempo de hablar con La Jornada Jalisco, en cuya entrevista asegura que México comparte ciertas similitudes con el caso boliviano por la cerrazón de las autoridades a escuchar las demandas de la sociedad.
“…He tenido el privilegio y también esa sensación de angustia y de dolor cuando he visitado pueblos como Temacapulín. Y hemos estado también con hermanas y hermanos de El Salto, viendo el río Santiago y bueno, pues lo que me trae es el posibilitar el que así como estamos enfrentando los mismos enemigos tan poderosos, tengamos la capacidad de poder establecer las mismas luchas, los mismos objetivos para defender la vida, para disputarle a este capital trasnacional y a estos gobiernos que se han convertido en simples administradores o socios de los intereses que están sembrando la muerte en nuestros pueblos. Hay una situación muy importante planteada en Latinoamérica hoy, hay luchas muy dignas, aunque pequeñas, pero muy dignas de pueblos aquí en México. Hemos conocido la lucha de Atenco, de Oaxaca, de los trabajadores de la electricidad, de estos movimientos en contra de la construcción de las represas, que creo que es importante comunicarnos, informarnos de nuestras luchas, de los logros y victorias que estamos obteniendo, y ante todo creo que he venido aquí para que nos levantemos el ánimo mutuamente, porque es posible lograr historias para seguir construyendo nuestra vida ahora y en el futuro.
–¿Qué es lo que ha pasado en Bolivia con el proceso privatizador del agua y cómo se relaciona con las experiencias vividas en México?
–Bueno, decir, como decía en un principio, vivimos en una dictadura del capital trasnacional, han reducido a los gobiernos de otros países en simples cuidadores de los intereses de los grandes trasnacionales, han prácticamente establecido una política de saqueo de nuestros bienes comunes, de expropiación de nuestros bienes comunes, como son nuestros territorios y nuestras empresas públicas, sino ante todo nos han expropiado y han arrancado nuestros derechos como personas al no poder decidir y tomar en nuestras manos la construcción de nuestro presente y nuestro futuro.
“Creo que eso es lo que estamos viviendo de manera cotidiana y permanente en nuestros pueblos y hemos ido desarrollando en función de las características, de las realidades, de las culturas de nuestros pueblos. Yo diría ante todo organizativas, que han posibilitado el resistir estos avances criminales de las trasnacionales y sus políticas de exterminio de la vida y hemos podido revertir procesos de privatización como el que se dio en el año 2000 en Cochabamba, cuando después de cinco meses de lucha, de nuestros pueblos, de nuestras comunidades indígenas, campesinas, obreros, desocupados, comerciantes, logramos revertir este proceso, reitero, frente al poder económico, político y militar de este sistema, y logramos expulsar a una trasnacional muy poderosa, como es Bechtel, muy ligada a la familia Bush de Estados Unidos y logramos cambiar una ley para que el agua siga siendo un bien común y deje de ser una mercancía, y creo que ante todo lo que me trae aquí es ese proceso victorioso que se inició en abril del 2000 en Bolivia, prácticamente rompió con el modelo económico, rompió con un modelo económico y a partir de aquel entonces estamos estableciendo un proceso de construcción de una nueva economía y de una nueva forma de hacer política para que la economía sirva a la gente y la política le permita tomar en sus manos la construcción de la vida misma de la gente.
“Evo Morales está hoy en el gobierno desde el año 2000 hasta ahora; reitero, se ha iniciado todo un proceso victorioso y de avance de las luchas del pueblo y también tenemos muchas dificultades, muchos obstáculos y he venido aquí a compartir con los hermanos y hermanas de México estas experiencias para que quizás estos procesos tan dolorosos que estamos atravesando de manera común nuestros pueblos puedan ser menos dolorosos y más victoriosos”.
–¿Contribuyó la victoria de Evo Morales a evitar los procesos de privatización?
–Yo creo que sí, pero ante todo yo creo que Evo Morales está ahí por la lucha del pueblo; estas victorias, como la guerra del agua, la guerra del gas en 2003 y el adelantamiento de elecciones en 2005, no fue producto de ningún caudillo en particular, de ningún jefe de ningún partido político, menos de un partido político, fue un proceso de articulación y recomposición del tejido social desde abajo que posibilitó la unidad, la organización y movilización de la gente para conseguir estas cosas, para parar estos procesos de privatización tan nefastos y establecer líneas claras para un cambio; reitero, de esta institucionalidad política que excluye a la gente, desoye a la gente, que no ve a la gente, que invisibiliza a la gente, por otra que incluye a la gente, que la toma en cuenta, donde fundamentalmente creo que dos hechos se han dado en Bolivia y muchas partes de Sudamérica: la gente ha tenido la capacidad de recuperar su propia voz y recuperar ante todo su capacidad de decidir en base a la fuerza de la gente, a la construcción de un poder desde abajo.
–¿Cuál era el panorama en Bolivia con la intervención de esta trasnacional?
–Bueno, la privatización del agua en realidad lo que significaba básicamente era, en primera instancia, una elevación de las tarifas del servicio de agua entre un 30 y un 300 por ciento, quiere decir que la gente, cada familia debería destinar sólo para pagar el costo del servicio del agua de Cochabamba aproximadamente un 20 por ciento de sus ingresos, cuando la Organización Mundial de la Salud plantea que cada familia debería destinar máximo el dos por ciento, es decir, que nos estaban obligando a destinar 100 veces más de lo que normalmente una familia debería pagar por el servicio de agua. Segundo lugar, al establecer este proceso de privatización llamado concesión, es decir, entregar en áreas de concesión la gestión de los servicios de agua, existió un monopolio en el servicio y todos los sistemas alternativos que se habían construido con el esfuerzo colectivo de la gente, extendiendo redes y perforando pozos, pasaban a propiedad de manera confiscatoria estos sistemas a la trasnacional sin derecho a la indemnización y lo más grave era que un tercer elemento que afectaba a la gente era que se creaba un mercado de agua, es decir, se podían entregar a un inversionista ya sea nacional o extranjero las fuentes de agua de las comunidades campesinas que durante siglos habían sido utilizadas para gestionar la vida misma y sus territorios; se establecía por otra parte una garantía en la utilidad neta de la compañía, un 16 por ciento anual. Se obligaba a los propietarios de los pozos que estaban dentro de los domicilios particulares de las personas el pago por el consumo de agua a esta trasnacional y, lo que es más grave, inclusive la ley muy entre líneas prohibía a la gente del campo y la ciudad acumular el agua de la lluvia, es decir, que el agua de la lluvia también tenía un precio, se privatizaba el precio de la lluvia. Esto realmente fue aberrante y desde la perspectiva muy simple de una visión de las comunidades indígenas de que el agua es un regalo generoso de la madre Tierra, de la Pacha Mama, como le llamamos nosotros, y que sí es un regalo para todos, nadie puede apropiarse del agua, es que la gente salió a las calles y estableció un proceso de articulación muy interesante que pudo establecer una victoria muy clara frente a estos intereses.
–¿Cómo logró canalizarse el enojo de la gente en un movimiento para enfrentar el proceso privatizador?
–Bueno, primeramente creo que hubo una base social muy importante que la constituyen los hermanos y hermanas de Gantes, que son campesinos que están directamente ligados a sistemas de riego en su actividad agrícola. Segundo, los productores de la hoja de coca, el sector de Evo Morales, que también se sumó a esto que denominamos la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida, que aportaron mucho su experiencia de lucha frente a procesos de erradicación de las plantaciones de la hoja de coca en la zona de Cochabamba, el trópico Cochabambino. Un tercer elemento fue la conformación de un equipo técnico de trabajo compuesto por medioambientalistas, abogados, economistas, pequeños comités de agua de las zonas urbanas que aportaron mucho en la difusión de manera muy simple, de las consecuencias que estas leyes que fueron aprobados y estos contratos iban a significar a la población, y un tercer movimiento, que fue el movimiento sindical fabril, al cual yo pertenezco, que se constituyó en una especie de referente moral y que posibilitó un proceso de articulación muy importante en función de una consigna que decía que el agua no podía ser de nadie en particular y menos de un inversionista, tuvimos un proceso asambleístico muy importante, un proceso de comunicar a la gente puerta a puerta frente a medios de comunicación que estaban en contra de estas demandas populares, establecimos un proceso de información, de socialización de asambleas para culminar en una serie de movilizaciones con acciones simbólicas muy importantes que mostraban ante la opinión pública la legitimidad de nuestra demanda y concluimos en diferentes acciones muy movilizadas, donde a partir de noviembre de 1999 hasta abril del 2000, de cinco personas que en principio constituimos este núcleo organizativo, culminamos en alrededor de 600 mil personas, que el último día de lucha estaban movilizadas en la ciudad de Cochabamba, donde además todos los poderes fueron invisibilizados, desmontados, no existía gobernador, no existía alcalde, no existía Iglesia, ni Ejército, ni policía, todos estaban ocultos, fugados o acuartelados y se estableció un poder muy importante en ocho días que dura la última batalla como denominamos en abril del 2000 y creo que esto nos demostró que estas nuevas formas organizativas de un mundo de trabajo muy precarizado de gente que está luchando y consiguió establecer una consigna política a su padecimiento diario”.
–¿Ha mejorado la situación, toda la gente tiene acceso al agua?
–No, el tema del agua en Cochabamba es estructural, si bien hay redes que están llegando a todas las gentes, lo que no hay es agua. Entonces se trata de un proyecto que desde hace 50 años ha sido utilizado de manera muy corrupta de los políticos convirtiendo las necesidades de la gente en acciones partidarias y se está trabajando para que un proyecto de captación de agua que permita distribuir el agua a la gente, no solamente para el consumo humano, sino también para riego, pueda concluir en unos 3 ó 4 años, donde yo creo, tenemos que estar preparados para contar con una empresa distribuidora de agua que hoy, si bien ha vuelto a manos del municipio, no cuenta todavía con la capacidad de poder ser una empresa eficiente, eficaz, transparente en su manejo y justa en su distribución. Eso estamos construyendo, pero a final de cuentas creo que pese a que el servicio de agua no ha mejorado, por lo menos tenemos costos del agua que no han sido modificados y tenemos la posibilidad de seguir distribuyendo el agua de manera lo más justa posible.
“Hemos demostrado a la empresa pública del agua que existiendo participación popular, que existiendo transparencia en la gestión de los planes del agua y donde la gente va definiendo las propias prioridades para extender la red, los costos pueden abaratarse hasta en cinco veces, eso lo hemos demostrado concretamente en la práctica cuando hay un involucramiento de la gente, en la solución de los problemas y que los problemas no salgan de los escritorios de los ingenieros y de los expertos. El tema del agua es un tema que tiene que ver con la vida de la gente y creo que existen muchas posibilidades de seguir avanzando y prescindir de estos créditos financieros, que lo único que hacen es empobrecer más a la población y convertir el agua en un negocio desde la perspectiva de quienes se hacen cargo de estos proyectos y de estas gestiones de la empresa”.
–¿Cómo percibe la situación en México, que también ha iniciado procesos de privatización en ciertos estados de la República?
–Yo comparo estas luchas acá en México, de estos emprendimientos contra las represas, contra la contaminación de las aguas, por la no expulsión de las comunidades; esa disputa por la vida misma donde el agua es un elemento evidentemente fundamental, pero creo que estas luchas van más allá, reitero que es una disputa por la vida misma. Yo creo que en México va a ocurrir algo muy importante, eso lo percibo en el ambiente, lo percibo en el tratar, en el lenguaje, en las preocupaciones de la gente y en los sueños de la gente. Yo creo que México está a punto de vivir un cambio sustancial muy importante porque la gente lo está demandando así y creo que en este caso México, al igual que Bolivia tuvo hace diez años, tiene algo que es muy ventajoso: esa sordera, esa ceguera, esa prepotencia y ese desprecio de los gobernantes hacia su pueblo y creo que eso es lo que más une a la gente, el sentirse excluidos, ignorados, menospreciados y despreciados, que es lo que ha unido a los pueblos en el sur y que puede depositar un proceso de articulación, un proceso de recuperación, de la capacidad de indignarnos y un proceso de construir nosotros mismos nuestra vida. Lo veo al México de abajo así y lo veo al México de arriba como los gobiernos de todas las partes del mundo, gobiernos que desprecian a la gente, gobiernos que han establecido el aparato estatal como una fuente de enriquecimiento personal o de grupo y creo que si al mismo tiempo significa un padecimiento para la población, significa también un motivo muy importante de articulación frente a esta actitud de desprecio que creo que aunque parece paradójico nos puede servir para acelerar los procesos de transformación en México y en muchas partes.