El parque de la ciudad sufre varios efectos por la depredación y la invasión de los terrenos. Foto: Iván García
Vanesa Robles – PÚBLICO
Ésta es la otra cara del parque Colomos. La horrible. Aquí las mallas ciclónicas anuncian la propiedad privada; corrientes de agua y barrancos naturales están rellenos de escombros, llantas y basura; manantiales naturales se mezclan con el agua negra de clubes privados… Es el patio trasero de la Sección I del bosque.
Aquí hay terrenos del DIF que asilan autos abandonados, caballerizas donde el poder protege a sus mascotas, un lienzo charro y decenas de verbecinas: plantas silvestres que anuncian la depredación.
Ayer, el grupo Ciudadanos por Colomos hizo el “paseo del terror”, para demostrar que, contra lo que afirman las autoridades de Guadalajara, no todo el bosque es verde. Al final, la regidora del Partido Revolucionario Institucional Claudia Delgadillo González dijo que pedirá que destituyan del Patronato de Colomos a su colega de Acción Nacional, Juan Pablo de la Torre Salcedo.
El acusado es regidor, miembro del patronato y amigo de los supuestos invasores de quince mil metros de Colomos —Álvaro Corvera Nepote y Tomás Colsá Chalita—. Él afirma que su corazón no influye en sus funciones públicas y que los quejosos tienen malas intenciones (Público, 12 de junio de 2008).
Una realidad es que la devastación de los terrenos de Colomos es obvia, según evidenció ayer el “paseo del terror”. Otra es que el bosque ha perdido mucho.
El gobierno del estado reconoce como suyas 198 hectáreas; 40 están en comodato del Ayuntamiento de Zapopan, aunque en ese municipio debería haber 82 hectáreas: más de la mitad fue invadida en una zona donde el suelo se vende en dólares. Guadalajara tendría 116 hectáreas. Pero tampoco: el parque mide 90 hectáreas. Otros quince mil metros están en litigio. El resto se encuentra en manos de particulares.
A la cara fea del parque se llega por la avenida Paseo del Torreón, sólo que, en lugar de internarse en los jardines, hay que caminar por los senderos que recorren los caballos en renta.
Pronto quedan al descubierto los autos abandonados en un corral del DIF, así como las caballerizas, llenas de basura y deforestadas; pertenecen al lienzo charro y a la gente que alquila cuacos. Los trabajadores dicen que en los potreros vive el Pocobueno, uno de los caballos de Juan Pablo de la Torre.
Más adelante, el tour muestra una parte seca del arroyo Chochocate. Al parecer, el movimiento de tierra ha tapado las galerías que canalizan el agua hacia los tanques que surten a casi 46 mil tapatíos. Ahí mismo, la muralla trasera del fraccionamiento Rinconada del Arroyo invade una cañada.
Luego otro desastre: toneladas de escombros, llantas, zapatos, bolsas plásticas en los escurrimientos de los manantiales. Los Ciudadanos por Colomos afirman que el material salió cuando se emparejaron los lotes que reclaman los amigos de regidor panista.
Y el remate: la mezcla de aguas negras que provienen del club San Javier con los manantiales del bosque. Sí, los que llenan los bebederos del parque y los tinacos de las colonias Santa Teresita, Ladrón de Guevara, Mezquitán Country, Chapultepec Country, Lomas del Country, Country Club, Prados Providencia, Providencia 1, 2 y 3, Italia Providencia y Villaseñor.
La cara horrible de Colomos es redonda. Termina en los quince mil metros invadidos. De ella, a las autoridades no les gusta hablar, afirman los colonos.