José Alonso Torres – MURAL
Por la Calle 20 de Noviembre se construye un complejo de departamentos de interés social. Miden 54 metros cuadrados y cuestan 550 mil pesos.
En el Barrio de Analco, la construcción desentona entre los predios abandonados, llenos de maleza algunos y refugio de indigentes otros. La proliferación de talleres no permite ver en la zona, una oportunidad de desarrollo habitacional.
Sin embargo, para Alejandro Mendo Gutiérrez, del Observatorio Metropolitano, es una muestra de que el lugar todavía tiene remedio, si los empresarios y las autoridades se animan.
«Hay que intervenir decididamente, si el discurso municipal es de renovación urbana de el Centro, si lo que se trata es de rehabilitar el centro como un espacio de vida, estos son los sitios en donde se puede demostrar cómo. Hay que localizar a los propietarios de aquellos predios que están abandonados o no edificados para facilitarles préstamos inversión, orientarlos con un proyectito para que se detone una actividad habitacional regulada», comentó el también académico del ITESO.
Lo importante, opinó es darle la vocación al barrio como tal, permitir diferentes tipos de grupos que enriquezcan la convivencia.
«Con la nueva localización de familias en domicilios, aquí se puede ir incrementando un estándar de vida y radicar a la gente en un ambiente más familiar, de eso se trata, de ofrecer oportunidades de vivienda a jóvenes solteros o a matrimonios recientemente constituidos o a adultos que viven solos o que son atendidos por alguien a que radiquen aquí, porque ya no pueden habitar en casonas de 16 habitaciones», manifestó.
«¿Se puede?, claro», respondió Guillermo Sandoval Madrigal, investigador del CUAAD, pues por su cercanía con el Centro de Guadalajara se podría detonar una actividad comercial y urbanística interesante.
«Es una zona en que caminando haces 10 minutos al Centro, habría series habitacionales, pero de alta densidad y teniendo una promoción en forma adecuada y un proyecto relativo al entorno, que no sea una cosa discordante con cajas de vidrio que no tienen nada que ver aquí en Guadalajara o elementos que tengan que ver con la arquitectura tapatía, con características de valor cultural, de valor escultórico y funcional y obviamente el valor económico», argumentó.
El impacto económico de la explosión en la zona fue terrible. De acuerdo con el libro «Analizando el desastre en Guadalajara», del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social editado en 1993, la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara reportó que 519 comercios fueron afectados, 50 de ellos con daños considerables. Alrededor de 2 mil 800 empleos perdidos en un margen de tres a cuatro meses.
Por su parte, el Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco (CCIJ) declaró que 79 empresas con daños mayores, 466 industrias cerradas y 14 mil 700 trabajadores parados a causa de la explosión. Calculaba una pérdida diaria de un millón de pesos.
«Si desde un principio se hubiera proyectado un elemento en que tuvieran toda la infraestructura y el contexto en forma adecuada y planeada técnicamente, ya estaría valiendo ahorita un dineral y con toda seguridad se debió haber hecho ahí la Villa Panamericana», agregó el investigador del CUAAD.