Sin esa base, cualquier intento de mejora queda en buenas intenciones.
La zona protegida de La Primavera cumplió 28 años, y el debate sobre su gestión aún sigue. Foto: Iván García
Agustín del Castillo – PÚBLICO
Arturo Curiel Ballesteros, fundador del Laboratorio del bosque La Primavera, de la Universidad de Guadalajara, considera insólito que tras doce años de gestión del gobierno del estado en el área natural protegida, no se haya podido establecer siquiera un sistema de indicadores que permita juzgar con objetividad si se ha ganado o perdido con la Administración estatal.
“Desde 1994, en que se comenzó a hablar de establecer una administración en La Primavera, lo cual era muy bueno, y luego cuando se tomó esa responsabilidad, no se generó el sistema de indicadores, y han pasado muchos años y no lo tenemos; entonces no hay manera de juzgar lo que está pasando, si se ha ganado o perdido en el tema de la conservación”, apunta el científico en entrevista con este diario.
A propósito del 28 aniversario del decreto de protección de estas montañas colindantes con Guadalajara, Curiel Ballesteros señala que la ausencia de esos elementos de juicio lleva a que predominen visiones inevitablemente imprecisas, “para muchos hay una impresión de fracaso, que los problemas del pasado no se han podido resolver y que tenemos problemas nuevos, o sea, una agenda más complicada”.
A su juicio, la gestión estatal “no ha sabido colocar en la agenda a la conservación como elemento estratégico, no hay comprensión de lo que significa la pérdida de bosque y de hábitat y eso sí es una circunstancia que nos puede hablar de fracaso”.
Esa grave carencia es a nivel institucional, lo cual significa que hay una responsabilidad compartida de quienes intervienen en el Comité Técnico para la Administración del Bosque La Primavera (CTABLP). La visión de la conservación debe convertirse en el eje y eso implica un fuerte componente de comunicación que involucre de verdad a la sociedad de la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG), la cual permanece relativamente al margen.
“Lo que más urge es retomar esa visión de la conservación de La Primavera como visión compartida, lograr una vinculación bosque-sociedad, y tras esto, buscar los perfiles de las personas que deben estar al frente del proceso, porque si cambiamos a un director por otro, pero no hacemos las correcciones de fondo que tienen que hacerse, de poco va a servir”, pone en relieve el también representante en Mesoamérica de la Unión Mundial de la Naturaleza.
“Lo increíble es que la investigación científica de los últimos años ha reforzado y ampliado la información sobre los valores únicos del bosque, pero al mismo tiempo se ha ido perdiendo la identidad, la valoración de ese patrimonio […] es un problema muy grave que no se sepa comunicar ese elemento estratégico, porque se traduce en que la responsabilidad ciudadana decae como activo de la conservación”, añade.
Así, muchos visitantes ven la zona “como un parque grandote”. La prueba salta a la vista con un recorrido al bosque: hay basura, hay paso de vehículos motorizados y ruidosos, hay pinta de grafitti incluso en la zona del Toba Tala (formaciones geológicas de origen volcánico únicas en la región), hay predios fragmentados con cercas —que limitan el paso de fauna—.
“Más allá de toda esta discusión, debemos entender que el interés público con base en el cual se creó esta área protegida está por encima incluso de la cultura de la gente, es un valor que debe custodiar la nación, es una relevancia que incluso se plantea en la Constitución”.
—¿El área protegida es compatible con la idea que trae el gobierno de Emilio González Márquez de que sea productiva?
—Bueno, productiva siempre que se respete la zonificación y las condicionantes de manejo impuestas; hay una corriente que hace cada vez más la valoración de los servicios ambientales y diversos aprovechamientos, pero todo esto debe derivar de la generación y aplicación de un conocimiento científico que identifique bien los valores y permita los aprovechamientos sin riesgo para su conservación.