En 1908, el problema de salud era el Río San Juan de Dios, que cobró una víctima
El Río Santiago no es el primer afluente víctima de la contaminación generada por los tapatíos, quienes, según la historia, ya tienen experiencia en degradar las zonas por donde corre agua.
La muerte de Miguel Ángel López Rocha, ocurrida el 13 de febrero, no sería la primera defunción presumiblemente asociada a un río contaminado, ya que existe un antecedente. El 27 de julio de 1833 murió el niño Saturnino Jiménez Cabello, de 10 años de edad, por la contaminación del Río San Juan de Dios.
La doctora Lilia Victoria Oliver Sánchez, de la División de Estudios Históricos y Humanos de la UdeG, escribió un texto en el que relaciona ambos sucesos.
Saturnino falleció, de acuerdo a la historiadora, como consecuencia de cólera, enfermedad infectocontagiosa que se disemina a través de las heces humanas, mismas que llevaba el Río San Juan de Dios, que entonces corría a cielo abierto por lo que ahora es la Calzada Independencia.
«En el verano de ese año se registraron 3 mil 275 decesos causados por esa enfermedad, lo que significó que muriera aproximadamente el 7 por ciento de la población de la Ciudad», dice el texto de la historiadora.
Recuerda que hace justamente un siglo, en 1908, las aguas del Río San Juan de Dios fueron analizadas bacteriológicamente por el doctor Miguel Galindo con resultados alarmantes.
«Cada gota de agua de ese río contenía más de 10 mil microbios», dijo entonces el galeno.
«Ese riachuelo que nace al sur, en la presa del Agua Azul, atraviesa la Ciudad haciendo rodar apaciblemente, de sur a norte, sus negruzcas, inmundas y pestilentes aguas sobre un lecho de basalto».
La historiadora señala que en respuesta a esta y muchas otras denuncias sobre la situación del Río San Juan de Dios, el Gobernador Miguel Ahumada anunció, el 30 de noviembre de 1908, la decisión de entubar el río, cerrando un capítulo de la historia de la salud pública de la Ciudad.
«Actualmente el tema de la contaminación del Río Santiago es más grave porque a los desechos humanos se agrega la contaminación por metales», argumenta Oliver Sánchez.
«El derecho a la salud es uno de los derechos fundamentales y un río contaminado como el Santiago es una prueba fehaciente del poco o nulo interés de las autoridades por la defensa de ese derecho».