‘Adornan’ desechos la mayor parte de la Ciudad. Denota vía pública de Guadalajara la falta de cultura ecológica de sus habitantes
Alonso Torres – MURAL
Caminar en Guadalajara significa moverse entre la basura. Pisarla, olerla y verla casi en cada esquina de la Ciudad.
El que transita en su vehículo particular, el que espera el camión en cualquier calle, el que sale en patines a la Vía Recreactiva. La suciedad existente en la capital del Estado es democrática: lo mismo afecta a ricos que a pobres, a jóvenes y ancianos, a hombres y mujeres; quien no se ha topado con algún desperdicio en la vía pública, que lance la primera botella de plástico a un bote.
No se trata solamente de los desechos orgánicos que quedan tirados en plena calle después de un tianguis, tampoco son sólo los pasos a desnivel en los que se acumulan los desperdicios que luego taparán las alcantarillas, ni siquiera el problema se concentra en las bolsas dejadas a la buena de Dios en las esquinas y que comienzan a aromatizar el ambiente cuando sale el sol.
El problema con la basura es que nadie parece verla, o al menos importarle.
La zona metropolitana produce 4 mil 500 toneladas diarias de basura. Cada ciudadano es responsable por 956 gramos cada 24 horas, pero la interrogante es ¿cuántos de esos desperdicios son tirados en la vía pública?, o peor aún: ¿cuántos desechos están afuera de las casas, regados en las banquetas, llenándose de moscas en las entradas de los edificios, desperdigados en los camellones de las principales avenidas, pudriéndose en los pequeños parques que se llenan de niños los domingos?
Abundan los tapatíos que piensan que la suciedad en las calles de la Ciudad no es un asunto que les pase desapercibido. Se puede apostar que gran parte de los habitantes conoce los riesgos sanitarios de los desperdicios al aire libre, que han escuchado las cada vez más escasas campañas de prevención, e incluso hubo indignación con las personas que algún día fueron atrapadas y sancionadas por tirar basura en la vía pública.
Y aún así, las botellas de plástico siguen apareciendo por las jardineras; las bolsas de plástico se atoran entre las llantas de los coches, los insuficientes botes en la vía pública siguen copeteados de desperdicios y en los postes de la luz, los perros callejeros siguen destripando los paquetes con desechos en busca de comida.
Guadalajara era presumida por su limpieza, era la Ciudad de las Rosas, ¿podrá seguir ostentando el nombramiento?
Paradojas de la vida: en la Alcaldía tapatía despacha un doctor, Alfonso Petersen Farah, quien además, fue Secretario de Salud.
En las calles de Guadalajara la basura aumenta… y la gente que no la ve o no le importa, también.