Tres expertos consideran que la región no se preparó para un nuevo periodo seco como el que ya se vive
Agustín del Castillo . PÚBLICO
El extraordinario auge de las lluvias de los últimos cinco años en la cuenca Lerma-Chapala parece estar llegando a su fin. La presencia de un nuevo ciclo del fenómeno meteorológico denominado El Niño, confirmada en julio pasado, ha mermado de forma considerable las precipitaciones en la zona, donde comienzan a levantarse los viejos resortes de la tensión en la disputa por el agua.
La crisis se ha anunciado y los años de bonanza no fueron bien aprovechados para generar los cambios que se demandaban para una mejor gestión del territorio, en la cual, los usos económicos de los recursos debían subordinarse a la capacidad de los ecosistemas para autorregularse, admiten, con diversos matices, tres expertos multidisciplinarios consultados por Público.
La llamada Política Óptima Conjunta (POC), que determinó a partir de 2004 un modelo de distribución del agua que tenía la ventaja de basarse en cifras y niveles de los vasos, y no en la capacidad de presión y movilización tradicional de los grupos demandantes, podría haberse quebrado el pasado mes de julio, cuando la dirección del organismo de cuenca Lerma-Santiago-Pacífico cedió a los presiones de los agricultores y les “adelantó” 225 millones de metros cúbicos correspondientes a la asignación del ciclo 2009-2010, ante el riesgo de pérdida de 40 mil hectáreas de cultivos.
Además, hubo en la mesa el planteamiento de crear otros instrumentos que jamás prosperaron. El hecho es que los intereses más fuertes no han sido tocados, y aunque el lago de Chapala está en un nivel excelente (67.64 por ciento de su capacidad), eso puede perjudicarlo, pues la asignación del recurso es en función a las existencias del embalse natural.
Estas son algunas opiniones de Carlos Hernández Solís, ex funcionario de la Comisión Nacional del Agua (CNA) y de la Comisión Estatal del Agua (CEA), ahora consultor y catedrático en el tema hidráulico; Gabriel Torres González, investigador del tema por el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de Occidente; y Raúl Medina de Wit, ex vocal de los agricultores de la cuenca y ex director de la extinta Comisión de Cuenca Propia de Chapala, además de promotor de agricultura orgánica y sostenible; para quienes los escenarios para la cuenca no son halagadores.
Para valorar
El lago de Chapala sólo ha elevado su nivel en diez centímetros en el actual temporal (hace un año llevaba 106 cm) y las presas de la cuenca Lerma tienen un evidente desplome en sus existencias de agua (están a 44.31% de su capacidad, cuando hace un año estaban al 91.35%), como se puede apreciar claramente en el gráfico de la página anterior
Debido a la falta de agua, agricultores de los distritos 011 y 083, de Guanajuato, Michoacán y Jalisco, pidieron “adelantos” a cuenta del siguiente ciclo, de 225 millones de metros cúbicos, lo que les concedió la Comisión Nacional del Agua. La protesta de Jalisco y de los ambientalistas es que de ese modo, las presas no podrán alcanzar el nivel máximo ordinario (namo) a partir del cual vierten sus aguas hacia el río Lerma y se beneficia el lago de Chapala, según se establece en la Política Óptima Conjunta (POC), vigente desde octubre de 2004
La inversión histórica para tecnificar los regadíos del Lerma es mínima; apenas ha beneficiado a poco más de 10 por ciento de la superficie de irrigación, esto es, cerca de 100 mil de las más de 800 mil hectáreas existentes en la zona; en cuanto a la contaminación del agua, todavía sigue sin tratarse cerca de la mitad del recurso derivado de los diversos procesos productivos y de las áreas habitacionales
La cuenca Lerma-Chapala tiene alrededor de 53 mil km2 y cerca de 20 millones de usuarios de sus recursos naturales; el índice de uso agropecuario de la zona es el más alto de México: 60 por ciento de las tierras de la cuenca están en ese régimen. La pérdida de bosques en 40 años se acerca al millón de hectáreas.
Los expertos opinan sobre el futuro de la cuenca
“No estamos preparados para una nueva escasez”
CARLOS HERNÁNDEZ SOLÍS
Consultor y catedrático en el tema hidráulico
Sobre el futuro de la cuenca Lerma-Chapala la postura de Carlos Hernández Solís es optimista. Considera que en la gestión de la cuenca debe quedar clara la idea de resignarse a la adaptación, pues es un área de lluvias erráticas, el agua tiene periodos de escasez tremenda, y la emergencia de los presuntos efectos del cambio climático puede agravar aún más sus crisis periódicas.
“Decir que estamos preparados para una nueva escasez, pues no, porque es una cuenca desbalanceada hidráulicamente, hidrológicamente; se concesionó más agua de la que la naturaleza da […] decir que estamos preparados es decir que ya restituimos la oferta que da la naturaleza contra lo que le estamos sacando, y eso no se ha dado; hay allí un desbalance que nos engaña con los años abundantes, los últimos tres o cuatro, que pusieron a Chapala en un nivel muy bueno, pero no se ha resuelto a fondo el problema”.
Le preocupa que Chapala esté bien de nivel en la actualidad, debido a que eso lleva al “espejismo” a muchos jaliscienses de pedir que se le aproveche al máximo como fuente de agua para Guadalajara. “Pero la historia dice que el ciclo hacia la baja se va a repetir; es complicado pronosticar a más de cinco días cómo va a estar la situación meteorológica, pero tenemos la estadística; las crisis se visualizan en relación a esa historia del lago: cada 12 o 13 años tiende a recuperaciones, pero antes de eso viene hacia la baja y el agua escasea”.
A su juicio, lo urgente era invertir en tecnología para bajar el uso del agua en las actividades productivas, sin que eso sea la solución de fondo, pues hace poco más de medio siglo, cuando Chapala tuvo el nivel más bajo que se tenga registrado, no existían las vastas zonas de irrigación que retienen el agua y presionan por el recurso desde los años setenta, dos décadas después de la casi total desecación.
“Alguna vez me decía Ricardo Sandoval Minero, de la CEA Guanajuato, ‘este acuerdo de distribución es un acuerdo de resignación’, y efectivamente, lo que busca es que esas voluntades concurran para que los malos tiempos que vienen y que se van a seguir dando, porque esa es la historia, se repartan lo mejor posible el agua[…] no estamos preparados, hay que hacer mucho; los acuerdos que se han manejado parten de modelaciones hidrológicas, pero en el momento en que yo decido dar más agua o menor agua a alguien, estoy rompiendo esa modelación que es la base de la POC…”.
—¿Piensa que la asignación extraordinaria de agua a los agricultores rompe ese esquema?
—Bueno, cada estado y cada particular piensa sólo en sus intereses, pero a la CNA le deben interesar los de arriba y los de abajo de la cuenca, y hay que culturizarnos, si ya hice simulaciones y las aprobé como esquema de reparto, ahora hay que fajarnos; a lo mejor el que tiene la decisión ve las cosas de otro modo y debe enfrentar las presiones y demandas, pero lo cierto es que está rompiendo el acuerdo […] finalmente, con la ciencia que se llama hidrología le quitamos presión a la naturaleza, y tenemos que probar qué tanto nos acercamos a lo que la naturaleza a través del tiempo nos deja como conocimiento, pero hay que probar respetando sus leyes.
“Los políticos se durmieron en sus laureles”
GABRIEL TORRES GONZÁLEZ
Doctor en Ciencias Agrícolas y del Ambiente e investigador del CIESAS
Los problemas de la cuenca Lerma-Chapala vienen de mucho tiempo atrás, considera Gabriel Torres González, quien recuerda que por décadas se ha hecho una gestión abiertamente antiecológica de los recursos de la zona.
Destaca que había un monotema: ver el área como un problema de ingeniería, que ocasionó el levantamiento de grandes presas y pequeños bordos, que hoy cubren por miles la región de 53 mil kilómetros cuadrados con un criterio desarrollista y de control de avenidas. También hubo aberraciones como exportar agua a otras cuencas —caso del sistema Lerma a la Ciudad de México—. Esto explica perfectamente la degradación de la zona.
A su juicio, la POC es un ejercicio que se quedó aislado de un grupo de medidas que se debían aplicar, para las que había además dinero, como es el caso de más de 50 millones de pesos para instalar sistemas eficientes de medición que permitieran controlar el uso del agua, así como la postergación de las metas de saneamiento, que revelan una falta de prioridad en el tema pese a ser de los más graves.
“Ambientalmente, una buena decisión era estudiar la forma de ir quitando presas […] tampoco el régimen de concesiones se ha revisado porque un proyecto de reglamento no pudo sacarse adelante por oposición de la gente de Michoacán y Guanajuato; tampoco hay un planteamiento para restaurar ambientalmente la zona, recuperar los bosques, el suelo, la calidad de los acuíferos […] los políticos se durmieron en sus laureles y piensan que el mérito de que lloviera más, como efectivamente pasó, fue de ellos…”.
El lago no entrará en crisis de inmediato, pues aún tiene un buen nivel. Su desecación da un margen de dos años, pero queda claro que la región no está preparada, “yo temo que los conflictos, las disputas por el agua, sean más fuertes en este nuevo ciclo”, adelanta preocupado.
“Se olvidaron de la parte social y natural”
RAÚL MEDINA DE WIT
Agricultor y ex director de la extinta Comisión de Cuenca Propia de Chapala
Los procesos de la naturaleza son largos y revisten cierta claridad. Pero la velocidad de adaptación de los humanos puede ser más lenta, subraya Raúl Medina de Wit. Ahora, que regresan tiempos secos, su balance es que sí hubo aprendizaje de las discusiones del ciclo anteriora, que sí hay más sensibilidad y conciencia sobre el problema ambiental, pero no es suficiente y se sufrirán los trastornos naturales en los bolsillos y el estilo de vida de los habitantes de la región.
“Los procesos para recuperar el equilibrio están muy retrasados; no parece que estemos a la altura del problema […] creo que sería necesario analizar a los actores, muchos de ellos se olvidaron del tema o lo enfocaron nomás en los aspectos político y tecnológico, pero no el social […] Lo natural queda fuera de nuestra posibilidades, pero si podemos entorpecer sus flujos, sus sistemas, esa es una lección que se aprende”. Se plantearon muchas cosas en las discusiones en el consejo de cuenca, pero lo cierto es que la mayoría de los agricultores no entendió la necesidad de buscar cultivos de bajo uso de agua y mejores oportunidades de mercado; muchos se fueron por el espejismo de los invernaderos, el cual se salió de control porque hubo financiamiento, y el mensaje recibido fue maximizar los rendimientos económicos, aumentando uso intensivo de recursos, “más agua, más demanda de uso de agroquímicos, erosión, basura…”.
La verdad es que “las respuestas tecnológicas no contemplan la parte social; hay una consistente demanda empresarial, pero también, muchos productores abandonados por quedar fuera del esquema comercial […] yo recuerdo que los asesores del Banco Mundial proponían llenar de invernaderos la cuenca, grave error, mientras todo se vea como aumento de ganancias y no como una necesaria subordinación a un sistema ambiental que está dañado y debe regresar al equilibrio”. Es decir, “al productor lo empujan a un esquema de utilidades y no de buscar la autosuficiencia y sustentabilidad. Fabricamos gente que exige más y se enfoca a un saqueo de recursos, y lo mismo pasa con la industria; parece que el avance tecnológico permite acumular recursos a unos pocos y mucha pobreza y exclusión, así no puede ser solución”.
Medina de Wit, quien promueve un modelo de vida armónico con las características ambientales de cada zona, y por ende, de baja huella ecológica, dice que sólo tiene futuro la región si se abandona el modelo vigente, con crecimiento demográfico descontrolado y un esquema depredador de hacer riqueza, que provoca erosión, agua, devastación del bosque; y se cambia por una cultura de sustentabilidad.