Agustín del Castillo . PÚBLICO
Costa de Oaxaca
La situación de las cinco principales especies de tortuga marina que habitan la vasta cuenca del océano Pacífico es cada día más difícil, pero, sin duda, la gigante de los mares, la tortuga laúd, es la que enfrenta los mayores riesgos.
“Algunos modelos sugieren que la probabilidad de extinción en los próximos 20 años para ciertas poblaciones [de laúd] que habitan el océano Pacífico oriental es de más de 75 por ciento”, señala el documento de la cuarta reunión del grupo de trabajo sobre captura incidental de la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT), generado en Kobe, Japón, en enero de 2004.
Al analizar la situación de la Dermochelys coriacea, el texto advierte que sus zonas de anidación están principalmente en México (Michoacán y Oaxaca) y en Costa Rica. La declinante presencia de individuos en esta zona es doblemente preocupante, pues, en el Pacífico occidental, su reproducción se colapsó años antes. La tendencia, apunta la CIAT, habla de “una disminución marcada en playas del Pacífico; en contraste, varias poblaciones en el Atlántico, estables o recuperándose”, lo cual se ha confirmado para el mar Caribe en seguimientos posteriores (2007).
Las otras especies, en mejores condiciones, son la tortuga caguama (Caretta caretta), la prieta (Chelonia midas agassizii), la carey (Eretmochelys imbricata) y la golfina (Lepidochelys olivacea), esta última, con mucho, la más numerosa.
“La conservación de las tortugas marinas no depende exclusivamente de la ordenación de la pesca. La disminución de algunas poblaciones ha llamado la atención a los muchos factores que afectan su supervivencia […] Algunos de los impactos de la sobreexplotación de huevos y adultos, utilización de playas y depredación han sido tratadas por acciones amplias para mejorar la protección de tortugas andantes y sitios de anidación…”.
Además, “factores ambientales, tales como el cambio climático, cambios de régimen [pluvial] y eventos de El Niño, afectan a las tortugas, tanto directamente —mediante efectos de las tormentas y patrones de precipitación en las playas de anidación, por ejemplo— e indirectamente, mediante cambios en productividad, la trama alimentaria y otras características del ecosistema. Sin embargo, esos efectos no pueden ser controlados, mientras que los efectos de la pesca en general pueden y deben ser mitigados”, añade.
Y enumera otra serie de aspectos que parecen incidir, como la contaminación de las zonas costeras, el enmallamiento de tortugas en plásticos y detritos, la ingestión de plástico y el impacto de pesca artesanal y de litoral. “Ciertos autores opinan que las pesquerías agalleras costeras de pez espada en Chile son una de las principales causas de disminución de laúd”, puntualiza el informe.