Esas consideraciones fueron vertidas por el director de Alianza Jaguar, AC, de San Francisco, Nayarit, Érik Saracho Aguilar, en un extenso texto enviado a este diario como reflexión ante el macabro hallazgo —más común de lo que se piensa en las tierras donde se enfrentan jaguares y ganadería—.
«Privar de la libertad e imponer sanciones económicas al responsable será trascendente sólo si se hace del conocimiento público y se sienta un precedente para disuadir de [cometer] futuros delitos similares»; en caso contrario, «indica que en este país esos delitos ambientales federales no tienen consecuencias, que nuestras leyes de protección al ambiente son letra muerta en el monte y nuestro sistema de procuración de justicia ambiental no sirve».
La veda total a la caza y aprovechamiento de jaguar (Panthera onca) tiene como intención recuperar las poblaciones de esta especie en su área de distribución, pero «reconocemos que es una medida que no ha detenido el sacrificio de ejemplares, ni mucho menos de sus presas o la fragmentación o deterioro de su hábitat. Están en peligro todo el tiempo», añade.
Así, como en el caso de la trágica desaparición del lobo mexicano (Canis lupus baileyi), «atender este conflicto de uso de territorio entre las vacas y los jaguares es responsabilidad de varias instituciones federales, estatales y municipales; un verdadero reto a la interinstitucionalidad, a la transversalidad y a la integralidad; mientras nos organizamos, el conflicto se agudiza y casos como el de Sinaloa se están repitiendo en los catorce estados con presencia de jaguar […] ojalá la Presidencia de la República tomara cartas en el asunto».
Y se pregunta: «¿Fue muerto por ganaderos o es sólo un pretexto? Despojarlo de la piel, arrancarle los colmillos y cercenarle las cuatro garras cuando se sabe que son productos que conllevan un delito federal… ¿por qué? […] ver una hermosa piel de jaguar en una pared o un piso debe remitirnos a la vergonzosa imagen aparecida en Público; es inaceptable, cruel y despiadado».
Finaliza: «Es evidente que las comunidades rurales en México necesitan apoyo para poder desarrollarse dignamente y superar esquemas de pobreza; los entes urbanos debemos expresar nuestra solidaridad con los rurales, que producen los alimentos que nos sustentan, y aportar propuestas novedosas e innovadoras que les hagan reconocer que un jaguar vale más vivo que muerto. Crear estos procesos productivos en los que las comunidades vean a los jaguares como fuente de ingresos es lo único que podrá hacer que ellos mismos los protejan. Aunque estos aprovechamientos no extractivos requieran una compleja construcción de capacidades en los mismos pobladores, proteger hoy nos dará las oportunidades del mañana».
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Plan de acción sobre jaguar
Alianza Jaguar, AC, busca sacar adelante un plan acción para la conservación de la especie; un aspecto esencial es mantener los corredores y pasos de los jaguares entre Nayarit, Jalisco y Sinaloa. «Sus jaguares son nuestros jaguares, formamos parte del corredor occidental del jaguar en México y debemos conservarlo, aun abrazando políticas de crecimiento y expansión, es nuestro patrimonio y nuestra responsabilidad ineludible», subraya Saracho Aguilar.
Además, se debe aterrizar ya «el establecimiento de un seguro ganadero en zonas de jaguar», la cual debe incluir información para el productor sobre los riesgos de su actividad económica en áreas de jaguar, «ya que son de entrada corresponsables; depredar es la naturaleza de los depredadores, y si además, la caza furtiva de sus presas [sobre todo, venados] no se detiene, se les achaca papel de victimarios cuando en realidad son indefensas victimas de nuestras deficientes políticas agrarias».
En resumen, «los jaguares no se deben reubicar, es el ganado el que se debe controlar».
Guadalajara. Agustín del Castillo