Los hechos, al sur de Sinaloa, eslabón esencial de la distribución de la pantera entre el centro y el norte del país, región donde su presencia podría terminar en pocas décadas si no se enfrenta el problema. Ecologistas de la costa del Pacífico exigen detener a los culpables
El jaguar juvenil fue encontrado hace una semana en la comunidad de La Guásima, Sinaloa. Foto: Público
El miércoles 28 de enero pasado, miembros del grupo de vigilancia participativa de la comunidad de La Guásima, en el municipio de Concordia, Sinaloa, dieron cuenta del macabro hallazgo: un ejemplar de un metro de longitud de Panthera onca macho, especie clasificada «en peligro de extinción» en la norma oficial mexicana 059-SEMARNAT-2001, muerto y despojado de la piel, dentro de los terrenos de conservación que maneja esta comunidad desde hace más de cinco años.
«Se encontraron el cuerpo del jaguar en un recorrido; iban a poner cámaras, pues andamos haciendo monitoreo de esa especie en nuestras tierras […] lo cazaron y le quitaron el cuero, yo creo que no es tanto una provocación, lo que pasa es que hay un desconocimiento del castigo que hay al matar esos animales», señaló el presidente comunal, Javier Vizcarra, entrevistado por vía telefónica.
El campesino piensa que tras años de escasear, los grandes gatos han vuelto a merodear en la zona como fruto de la prohibición de cacería y de la vigilancia comunitaria que se realiza en esta zona de selva seca ubicada en los contrafuertes de la Sierra Madre Occidental. Sin embargo, la presencia más frecuente del felino ha derivado en problemas para las actividades humanas, como lo es la ganadería extensiva.
«No es común, pero últimamente ha habido ataque de jaguar a vacas [..] los bufidos del tigre ya se escuchan en lugares alejados de la carretera, pero ya tiene mucho venado para comer», explicó.
«Sospechamos de ganaderos que hayan sido afectados, pero no podemos asegurarlo […] hay mucha gente que mantiene esa costumbre de matar al tigre y que tiene la manía de la cacería para tener el trofeo de la piel», observó el presidente comunal.
Es decir, probablemente no sean cazadores organizados, de los que Sinaloa posee una larga tradición, sino productores de ganado; «para muchos de ellos, que le mates un becerro es un grave daño, se da al traste con una inversión que le pueden sacar cinco mil pesos», añadió por su parte la investigadora y ambientalista Sandra Guido, de Conselva, AC.
Para la académica y ambientalista, hay una evidente ausencia de la autoridad y eso torna precario y peligroso el trabajo de vigilancia comunitario, parte de un modelo de avanzada que ya ha cubierto camino hacia la sustentabilidad.
«Ellos tienen su propia área de conservación y este grupo de vigilantes se la juega en su misión de cuidar que no se tale el bosque, gracias a un proyecto que les apoya la Conafor [Comisión Nacional Forestal], que los llevó a prohibir de manera voluntaria la cacería, la captura de pericos y el daño a los ecosistemas […] en este momento ya estamos registrando el éxito tras cinco años, pues están regresando especies amenazadas, como el jaguar y el águila real».
Los campesinos «le han pedido a la Profepa que se dé sus rondines, pero cuando denunciaron la muerte del gato, les contestaron que no tenían vehículo ni gasolina, así no se puede». La Guásima tiene 3,278 ha bajo esquema de protección estricta, pero el total de la superficie comunal, 7,900 ha, camina a esquemas de producción amables con el medio ambiente. «Se les paga por conservación, por reforestar, y han construído casi 700 presas filtrantes para contener la erosión […] el problema es el vacío de la autoridad», exclamó indignada Sandra Guido.
El suceso ha generado inconformidad entre los ecologistas de la Alianza de la Costa, que buscan salvar la región del mar de Cortés de los embates del «progreso».
«Estamos profundamente consternados por la impunidad que gozan los cazadores furtivos del jaguar en el occidente de México; ese ejemplar probablemente transitaba entre Nayarit y Sinaloa, que es una zona esencial para la distribución de la especie entre el noroeste y el Pacífico centro del país», señaló Érik Saracho Aguilar, director de Alianza Jaguar, AC.
La organización «se pronuncia porque se encuentre a los culpables y se les finquen responsabilidades con todo el peso de la ley», es decir, «sería la primera vez en la historia de la conservación del jaguar en nuestro país que se procediera de ese modo».
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El jaguar del Pacífico está en mayor riesgo de desaparecer que el del Sureste. Cálculos de poblaciones del Subcomité de Especies Prioritarias de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) señalan que si no se toman medidas para evitar cambio de uso de suelo, cacería furtiva y destrucción de corredores, la especie podría desaparecer de la zona en las siguientes décadas de este siglo.