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Arce de Jalisco en riesgo de desaparecer por tala ilegal

Bosque de Arce en Talpa. Foto de Semadet

Su extinción se acelera en una zona donde la tala ilegal es controlada por los grupos que también trafican drogas

Texto y fotos: Agustín del Castillo (@agdelcastillo) / Mongabay

25 de febrero de 2020.- En dos pequeños manchones de bosque mesófilo de montaña, en el estado de Jalisco, en México, sobrevive una especie de árbol que solo crece en estas tierras: el arce o maple de Talpa (Acer binzayedii). Sus poblaciones ya eran modestas cuando, hace dos décadas, investigadores mexicanos descubrieron unas cañadas donde crecían en la Sierra Madre del Sur. Hoy esta especie arbórea está a punto de desaparecer.

La apertura de una carretera sin permisos ambientales, la tala ilegal que ha ido en aumento en los últimos cinco años y la presencia de grupos de narcotráfico que controlan la región han incrementado el riesgo de que se pierda el arce de Talpa.

El problema es que el área en donde se encuentran estos arces es una de las zonas con mayor biodiversidad en Jalisco. En esa región, en el pasado, se intentó impulsar el manejo forestal comunitario como un camino para conservar sus bosques, pero no se logró. Hoy es un territorio en donde la tala ilegal es una actividad más de los grupos que también controlan el tráfico de drogas en el estado.

 

La cañada del Ojo de Agua del Cuervo, como todos los bosques mesófilos de montaña, es una fuente de recarga de agua. Allí nacen los ríos Talpa y Tomatlán. Foto: Agustín Castillo.
La cañada del Ojo de Agua del Cuervo, como todos los bosques mesófilos de montaña, es una fuente de recarga de agua. Allí nacen los ríos Talpa y Tomatlán. Foto: Agustín Castillo.

Descubrir una joya de la evolución

A finales de la década de los años noventa, un grupo de investigadores —entre los que se encontraban la botánica Yalma Vargas y el biólogo Antonio Vázquez— realizaban un recorrido por los bosques de pinos y oyamel del ejido Ojo de Agua del Cuervo, en el municipio de Talpa de Allende, en Jalisco.

Los investigadores se sorprendieron cuando encontraron una cañada con vegetación distinta, un reducto de un bosque mesófilo de montaña o bosque de niebla, en donde existía una pequeña población de arces o maples, un árbol propio de los bosques caducifolios de América del Norte y China, y cuya hoja está en la bandera de Canadá.

Durante mucho tiempo se pensó que ese arce era la misma especie que ya se había identificado en otros bosques de niebla de México y Centroamérica. Pero en 2017, Yalma Vargas, investigadora de la Universidad de Guadalajara, descubrió que el arce de Talpa era una especie distinta a las ya descritas. Ese árbol era endémico de Jalisco.

El bosque de arces de Talpa es “un joyero de la evolución”, dice Yalma Vargas. Y es que estos árboles pertenecen a una especie que evolucionó completamente aislada en esta región tropical hace cinco millones de años.

El helecho arborescente (Cyathea costaricensis) es uno de los más antiguos habitantes de la cañada del Cuervo, desciende de los grandes bosques del carbonífero, antes de que la evolución inventara las plantas con flor. Es una especie protegida. Foto: Agustín del Castillo.
El helecho arborescente (Cyathea costaricensis) es uno de los más antiguos habitantes de la cañada del Cuervo, desciende de los grandes bosques del carbonífero, antes de que la evolución inventara las plantas con flor. Es una especie protegida. Foto: Agustín del Castillo.

Las condiciones geológicas, como la formación del Eje Neovolcánico, funcionó como una barrera que impidió que los arces de esta región de Jalisco tuvieran un intercambio genético, por medio del polen, con las poblaciones de maples que se encuentran en América del Norte, en Tamaulipas o en Guatemala.

Esa falta de flujo de polen llevó a una progresiva diferenciación, “de tal manera que la estructura reproductiva cambió; con base en los datos genéticos que encontré, concluyo que podría ser desde hace cinco millones de años, al menos, cuando se dio esa separación”, explica Vargas.

Un árbol en peligro crítico

La investigadora menciona que existe evidencia fósil de que la especie de arce endémica de Jalisco tenía una distribución más amplia, pero hoy solo quedan dos pequeñas poblaciones: una en el Parque Estatal Bosque de Arce y un reducto menor en la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán, en la costa sur de Jalisco.

Por eso, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica a este arce del occidente mexicano en Peligro Crítico de Extinción, dentro de su Lista Roja de Especies Amenazadas.

“La UICN establece en esa categoría a especies que, bajo ciertas condiciones, podrían desaparecer en tres generaciones. Si al problema de la reducción de la distribución que ya tenía, asociamos ciertos factores de uso de suelo de la zona, de extracción excesiva de madera en los bosques contiguos —que son claves para la regulación climática que permite existir a un bosque de niebla—, la desaparición puede ser incluso más rápida”, advierte la científica.

Los arces de Talpa no son los únicos que están en riesgo. En el bosque donde se encuentran se han identificado, al menos, 40 especies vegetales protegidas —helechos arborescentes, magnolias, tilias, encinos y oyameles—, numerosos hongos apenas en proceso de descripción, así como reptiles y anfibios cuyas poblaciones están protegidas por la Norma Oficial Mexicana 059 y por la Convención Internacional de Tráfico de Especies Silvestres (CITES).

Parque que nace por una carretera ilegal

A finales de la década de los años noventa, el área en donde se encuentra el bosque de arces de Talpa era parte de la zonas núcleo de una ambiciosa reserva de la biosfera, propuesta por el gobierno de Ernesto Zedillo, que no se logró concretar.

En el año 2000, la mitad de los habitantes del municipio de Talpa solicitaron al gobierno del estado proteger la zona. Pero el entonces gobernador Francisco Ramírez Acuña respondió en 2006 con la construcción de una carretera ilegal, que partió el territorio y a la postre, allanó la entrada a los madereros ilegales.

La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) sancionó al gobierno del estado por construir la carretera sin manifestación de impacto ambiental. La sanción fue la compra del predio Ojo de Agua del Cuervo, que solamente diez años después, en 2016, tuvo declaratoria como un modesto parque estatal de 150 hectáreas. Los estudios ecológicos demostraban que al menos se debían proteger 4000 hectáreas.

Antes de la declaratoria del parque estatal, existieron diversos esfuerzos para que en la región, sobre todo en los bosques de pino y oyamel, se estableciera el manejo forestal sostenible con ejidos, comunidades y pequeños propietarios. Pero esas ambiciosas metas se fueron haciendo cada vez más modestas, y hoy casi han desaparecido.

Un bosque dejado a su suerte

Con la creación de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), a partir de 2002, el organismo federal destinó recursos tanto de servicios ambientales como de manejo forestal, en los ejidos Cuale, San Andrés, Emiliano Zapata y Zapotán, que son núcleos agrarios que tienen entre 3 mil y 20 mil hectáreas de superficie.

También se dieron apoyos para comunidades de zona tropical —la cañada donde se encuentra el bosque de arce está en la transición de clima templado a trópico seco— como La Cuesta, Bramador y El Desmoronado, y se impulsaron proyectos productivos bajo esquemas de agroforestería, pues la zona forma parte de los proyectos piloto contra la deforestación que impulsó el país con apoyo del Banco Mundial, a partir de 2011.

¿Qué sucedió? ¿Por qué estos apoyos no echaron raíz y no se consolidó el manejo forestal sustentable que en otras regiones del país, como Oaxaca o Durango, ha permitido que las comunidades hagan un uso adecuado del bosque y, al mismo tiempo, garanticen su cuidado?

El experto forestal Enrique Jardel Peláez, de la Universidad de Guadalajara, explica que muchos de los apoyos llegaron tarde a la región, por lo que “no se pudo consolidar un proceso de cambio hacia una cultura forestal”. Eso derivó en que la falta de presupuesto y del extensionismo derrumbara proyectos, aunado a la violencia de los grupos delictivos, que hoy manejan los territorios prácticamente sin ser molestados.

Jardel Peláez destaca que “solamente las comunidades que se decidieron a hacer silvicultura comunitaria a partir de los años 80 —ninguna de ellas en Jalisco— han podido enfrentar con éxito el reto que significó el deterioro del estado de derecho en el campo mexicano”.

De las comunidades forestales que se impulsaron en la zona de los arces de Talpa, solo ha resistido el ejido El Cuale, que no negocia con madereros ilegales y soporta la fuerte presión.

También hay algunos proyectos de agroforestería, como la producción de café que se realiza en el área del bosque mesófilo y en las pequeñas propiedades de La Cuesta, unos diez kilómetros hacia la costa desde los linderos del bosque de maple.

En la región también hay comunidades que históricamente rentan sus predios a la industria forestal establecida en municipios como Mascota, Autlán y Ciudad Guzmán, para que sean estas empresas privadas quienes realicen el manejo forestal de los bosques.

El prestador de servicios técnicos forestales, José Luis Gámez Valdivia, menciona que la tala ilegal en aumento en la zona durante los últimos años no solo se debe a la presencia de grupos ligados al tráfico de drogas, también se deriva del viejo problema de sobrerregulación de los bosques que ejerce la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

“Las personas ajenas al tema forestal —explica Gómez Valdivia— tienen la idea de que cualquier persona puede llegar, tumbar árboles y sacarlos. En realidad es un proceso muy complejo si se quiere hacer bien; se tienen que hacer estudios, un programa de manejo […] pero cuando se presentan se van seis meses o un año para la evaluación y luego se va otro año para el permiso. Ningún sistema económico-productivo aguanta, los negocios truenan”.

Gómez Valdivia resalta que muchos dueños de predios —quienes además constatan que no es el Estado el que controla el territorio— terminan por renunciar a la regulación.

El control de la tala ilegal

Voces que piden anonimato en Talpa de Allente —las amenazas de los cárteles alcanzan por igual a defensores de bosques, profesionales forestales y autoridades municipales— confirman que la toma de decisiones sobre lo que se puede talar en los bosques es del jefe de “la plaza”, es decir, el líder del grupo que controla el tráfico de drogas en la región.

Además, los inspectores de la Profepa acuden cada vez con menor frecuencia a la zona boscosa, debido a que han sido secuestrados y amenazados por grupos armados, aseguran funcionarios de esa dependencia federal.

El secretario de Medio Ambiente de Jalisco, Sergio Graf Montero, reconoce que hay un contexto complicado que obliga a manejar de forma progresiva estrategias territoriales y productivas para generar modelos de negocios sostenible en el bosque, pero será fundamental la intervención del gobierno federal, pues en México, ese nivel de gobierno tiene la mayor parte de las competencias en recursos naturales.

Salvar a un árbol y a un ecosistema

La zona en donde se encuentran los bosques de arce de Talpa es una de las más biodiversas de Jalisco “y no se debería manejar como si fuera tierra de nadie”, reclama la investigadora Yalma Vargas.

Si esta situación no se revierte, la especialista menciona que la extinción natural en la que ya podía haber estado inmerso el bosque de arce podría acelerarse.

¿Qué dicen los monitoreos? “El número de plántulas y juveniles del arce azucarero ha disminuido en 88 por ciento en 14 años”, de acuerdo a informes de los botánicos de la Universidad de Guadalajara. Las parcelas permanentes georreferenciadas y mapeadas se establecieron en 2001, a lo largo y adyacente al sendero del Ojo de Agua del Cuervo. Hoy incluso es difícil ir a hacer nuevos levantamientos de datos.

El arce de Talpa es símbolo de la extinción en la zona por causas antropogénicas. Su esperanza de sobrevivencia se encuentra también en la Reserva de la Biósfera Sierra Manantlán, que se ubica a menos de 100 kilómetros al sur, donde existe otro reducto.

El problema es que esa reserva, cuya relevancia ambiental y cultural la hace la más importante del occidente mexicano, también enfrenta la escalada de violencia y el caos de las bandas delictivas.

La otra posibilidad que existe para dar un futuro al arce de Talpa es lograr su reproducción inducida, pero la investigadora Yalma Vargas lamenta el desinterés institucional en ese modo de recuperación.

Si esa posibilidad no se explora y si los bosques de esta región de Jalisco siguen siendo tierra de nadie, los días de este maple tropical estarían contados.

 

*Foto principal: Bosque de Arce en Talpa tomada del stock de Semadet

Agustín del Castillo

Periodista especializado en temas de medio ambiente. Ganador del premio para América Latina de la Fundación Reuters y la UICN en el año 2008. Obtuvo el Reconocimiento Nacional de Conservación de la Naturaleza en 2005, y el premio nacional de periodismo ambiental 2010 patrocinado por la UdeG y Greenpeace. Galardonado en varias ocasiones con el Premio Jalisco de Periodismo.