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Camote de cerro; la experiencia del Ejido Lagunillas de Macuaca, en Cuautitlán Jalisco

En un ejido de la Sierra de Manantlán, Jalisco, se desarrolla una práctica de colecta de un tubérculo comestible conocido como camote de cerro, utilizado como alimento y para fines medicinales y comerciales.

Por: M.C. Víctor Manuel Villalvazo López, M.C. Pedro Figueroa Bautista, Dr. Gerardo Cruz Sandoval, y Pedro Luis Carrillo Aréchiga

Texto original de Letra Fría.
3 de abril de 2022.-En diversas rancherías de la Costa Sur de Jalisco, al igual que en otras regiones rurales de México, se desarrollan prácticas muy antiguas relacionadas con la alimentación humana, en las que grupos de pobladores, recolectan y utilizan una gran cantidad de especies de plantas de las que aprovechan frutos, tallos, flores y raíces comestibles provenientes de los bosques y otras áreas de su territorio.

Algunos estudios han documentado más de 1,500 especies de plantas comestibles silvestres en México, que llegan a constituir entre 8 y 17 por ciento de la dieta anual de las familias rurales. Muchas de estas también son comercializadas ya que algunas poseen un alto valor comercial, lo cual les genera ingresos para fortalecer su economía.

En el ejido Lagunillas de Macoaca, se desarrolla una práctica de colecta de un tubérculo comestible llamado comúnmente camote de cerro (Dioscorea spp.), el cual no solo se recolecta para su consumo como alimento, sino también con fines medicinales y comerciales.

Foto: Fermín Garibay

Esta práctica se lleva a cabo en los meses de julio a diciembre que es cuando el producto está listo para su cosecha. La colecta no es fácil, debido a que se tienen que hacer excavaciones de hasta de 1.50 metros para poder sacar el producto completo y no dañar a la planta, considerando también el peligro que representa, encontrarse con animales venenosos como alacranes, víboras, arañas, etc.

Asimismo, para que la planta vuelva a producir el siguiente año es necesario dejar unos veinte a treinta centímetros de tubérculo y luego taparlo muy bien para que los jabalíes, no lo dañen. Una vez colectado, las dos formas tradicionales de comerlo son cocidos con sal, chile de árbol en polvo y bastante limón, y también cociendo la masa para preparar una especie de atole dulce con piloncillo y canela.

Para poder comerlo, le quitan la tierra, lo lavan, lo cuecen en agua con sal y si quieren darle color rosa le ponen hojas de guayabo.

El camote también es comercializado en las orillas de la carretera, con precios que oscilan de entre 50 y 100 pesos el kilogramo en crudo. Sin embargo, varios problemas han surgido en el ejido para su organización social y la conservación de la planta.

En un trabajo de investigación que se lleva a cabo con estudiantes de la carrera de IRNA y profesores del Departamento de Ecologia y Recursos Naturales (DERN), del Centro Universitario de la Costa SUR, junto con los recolectores de esa región, se identificó en un primera fase, algunos factores de riesgo tanto para la conservación de la planta, como para la resolución de conflictos sociales.

Por ejemplo, la colecta sin permiso de los dueños, se vuelve un problema cuando los colectores se meten a los predios, y rompen las hebras de los lienzos (hilos de alambre de acero con púas), o dejan falsetes abiertos (puertas de varas con alambre de púas) lo cual ocasiona en muchas veces conflictos sociales tanto a lo interno de la comunidad como con regiones vecinas. Asimismo el coyotaje (reventa), que se genera con comerciantes que compran el producto a un precio muy bajo para luego revenderlo en las ciudades.

Por otro lado, las buenas prácticas para el manejo de la planta, tiene que ver con el cuidado del tubérculo, para que pueda producir al siguiente año, aunque forma parte del conocimiento ancestral, derivadas de las experiencias campesinas, muchas veces no son respetadas sobre todo por colectores foráneos lo cual pone en riesgo la sobrevivencia de la planta.

De esta manera es que se requieren algunas acciones para la conservación de la planta de camote y el desarrollo de una organización de colectores y comerciantes de este producto con el fin de tener control sobre la producción, colecta, comercialización y conservación de este recurso.

Como conclusión, se reconoce la importancia de esta y otras especies silvestres cuyo buen manejo, podrían fortalecer las economías locales y ayudar a afrontar los retos de seguridad alimentaria nacional bajo el enfoque de la revalorización de los recursos locales.

Letra Fría