Jesús Michel, depuesto legalmente, protegió intereses de la minera
Compra de votos e intimidación no logran evitar cambio en zona nahua de Manantlán
El pasado domingo 2 de noviembre, día de Los fieles difuntos, la sierra de Cuautitlán se llenó de agitación: una sesión de la asamblea general de Ayotitlán convocada para elegir el nuevo comisariado ejidal se prolongó 20 horas, hasta las 6:30 de la mañana posterior, entre una fuerte e intimidante presencia policiaca, reparto de dinero a votantes, intentos de «operativo carrusel», provocaciones y consumo de alcohol a raudales.
La mezcla no produjo los resultados de siempre.
Todavía hasta 2005, esta receta había derivado en un resultado infalible: la división del ejido y el triunfo de los intereses de la minera Peña Colorada y sus socios, que ambicionan sus legendarios tesoros enterrados: yacimientos ferrosos para prolongar la vida de una explotación que genera 35 por ciento del hierro del país.
El emporio, este día de los muertos, perdió el poder y no pudo imponer a su candidato, Ernestino Ciprian. Apenas le faltaron 22 votos para empatar con su oponente, Juan Mancilla, apoyado por el Consejo de mayores. 413 a 391 fue el score, luego de que muchos asistentes se fueron retirando ante la atmósfera enrarecida y la espera exasperante. Más de mil ejidatarios no votaron, pero como se trata de una segunda convocatoria, el resultado es perfectamente legal, advierten César Díaz Galván y Jaime Hernández Lamas, de la Unidad de Apoyo a Comunidades Indígenas de la Universidad de Guadalajara (UdeG), testigos de los hechos aquí relatados.
El visitador de la Procuraduría Agraria, de nombre Eleazar, manipuló la asamblea para favorecer al candidato minero, aseguran los asesores. Primero, en la discusión de la lista de asistencia; después, al darle la voz a Jesús Michel Prudencio, el comisariado desconocido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación al haber llegado en un proceso igual de contaminado al cargo, y pactar con las mineras cinco frentes de explotación, a espaldas de la comunidad; más tarde, tomó partido en el desacuerdo por el color de la planilla (discusión que terminó hasta las 10:00 pm). En la penumbra, la gente identifica mejor el rojo, y Eleazar, dicen, quería ese matiz visual para Ernestino. Pero los ejidatarios tradicionales lograron asignarlo a la planilla de Mancilla.
Finalmente, vino la lenta votación, mientras medio centenar de policías municipales rondaban, y el jefe de los gendarmes, Miguel Delgado, profería amenazas contra la disidencia. Un grupo de militares se instaló a menos de tres kilómetros del poblado. Hasta el amanecer, nadie cayó en las provocaciones. Hoy, el nuevo comisariado trabaja en echar abajo los contratos, en busca de una nueva relación, menos desventajosa, con los señores del hierro.
«Hemos acompañado el proceso de Ayotitlán desde hace catorce años; la elección del domingo vino a cerrar un proceso en el que habíamos impugnado la elección anterior, del 23 de octubre del 2005, por una serie de irregularidades similares; el Tribunal Agrario nos dio la razón; después, el comisariado espurio, Jesús Michel Prudencio, tramitó un juicio de amparo en contra, el Juzgado Cuarto de Distrito en materia administrativa en Guadalajara se lo negó, él se fue hasta la Suprema Corte y también se le negó […] obviamente debió haber existido un proceso de destitución de parte de alguna autoridad, pero nada, fueron omisas», refiere Díaz Galván.
Hay vientos de cambio en el convulso Ayotitlán, se congratula. Pero los interesados en el desorden no se quedarán quietos, advierte, así hayan sido derrotados en pleno día de los muertos e inhumados antes del siguiente amanecer.