Emparentado lejanamente con el panda, el elefante marino es el mamífero carnívoro más grande en el hemisferio norte, con un peso de entre 2 a 2.5 toneladas en el caso de los machos, y de hasta 700 kilogramos en el caso de las hembras.
Por CICESE / Erick Falcón
14 de noviembre de 2013.- Sería difícil pensar en que semejante grandulón se pudiese esconder de avistamientos de los múltiples barcos que navegaron durante el siglo XX las recónditas islas del Pacífico, como Guadalupe y Farallón, pero lo cierto es que el elefante marino del norte desapareció tres veces de la faz de la Tierra. Y tres veces más reapareció.
No es un caso de viaje intergaláctico. En tres ocasiones durante fines del siglo XIX el elefante marino del norte fue declarado extinto, hasta que se encontró una colonia de 20 ejemplares en Isla Guadalupe en 1911.
Durante el siglo pasado, esta especie fue víctima de caza indiscriminada con el fin de obtener su grasa, pero las poblaciones se han recuperado, y ahora están lejos de desaparecer, aunque los científicos vigilan sus asentamientos en México regularmente para evaluar su estado.
Hoy en día, existen más de 40 mil elefantes marinos en estado salvaje en las islas de la península de Baja California, aunque la gran mayoría se concentra en la Isla Guadalupe y Cedros, y su población ha permanecido estable al menos desde 1965, sostiene la doctora Concepción García Aguilar, investigadora adjunta del Departamento de Biología de la Conservación de CICESE.
“En 1926 se hizo una expedición a Guadalupe para buscar elefantes marinos y encontraron más de 800 animales, todos ellos machos adultos. Después se fueron encontrando más colonias en otras islas de las costas de California”, dijo la doctora García.
Gradualmente, las colonias de elefantes marinos de California se separaron de los grupos mexicanos y formaron una población mayor, que hoy en día se estima en más de 130 mil especímenes, asegura la especialista.
Fue sólo hasta 1994 cuando se comenzó a estudiar más esta especie para analizar el tamaño de su población mundial, que se reduce a las islas del Pacífico. Posteriormente, y como parte de su trabajo de posgrado, la doctora García se aventuró a Guadalupe entre diciembre y febrero de los años 2001 a 2003 para estudiar el comportamiento y abundancia de las hembras de elefante marino, con lo cual se entendería más el proceso de estabilización de la especie.
“Lo que nosotros quisimos ver fue lo que paso en las Islas San Benito, y cómo se separó el stock de Baja California y el de California”, dijo García.
El primer invierno contó 350 hembras en tierra, y 486 al siguiente, con una producción de 263 y 310 crías entre 2001-02 y 2002-03. Al sólo estar en tierra 31 días en promedio, el equipo de García en aquel entonces dedujo que el primer destete de crías fue a final de diciembre, por lo que las hembras debieron de arribar en noviembre.
Aunque la captura de elefantes marinos en redes pesqueras es incidental, la amenaza latente para los ejemplares de las islas bajacalifornianas son la presencia de perros ferales y el riesgo de contagio de enfermedades infecciosas traídas a las islas por los seres humanos.