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Mujeres Ambientalistas de La Huizachera, ejemplo de sustentabilidad en Guadalajara

En una de las zonas más degradadas, mujeres ponen en marcha un huerto urbano, captación de agua de lluvia y baños ecológicos

La Huizachera

Texto y fotos Alejandro Velazco

En medio de una alarmante contaminación, altos índices de inseguridad y preocupantes niveles pobreza, en la colonia La Huizachera al sur del Área Metropolitana de Guadalajara, un grupo de 14 mujeres quiere hacer la diferencia comenzando por su casa.

Ellas han comenzado a cambiar sus hábitos haciendo frente a la desatención gubernamental, con trabajo comunitario en un terreno donde siembran hortalizas para autoconsumo, y de concretar  un proyecto de captación de agua de lluvia. Además iniciaron con la instalación de baños secos y estufas ecológicas.

La historia comenzó hace casi dos años cuando el grupo Mujeres Ambientalistas de La Huizachera, con siete integrantes, comenzó el proyecto de cultivo para autoconsumo en un pequeño terreno de tres por cinco metros. Ahora, el terreno que en aquel momento era infértil se ha extendido, ha mejorado su calidad gracias a la composta, y se ha multiplicado la variedad de alimentos que se siembran.

Entre plantas de maíz, tomate, cebolla, chile, lechuga, acelga, zanahoria, sandía, cilantro y jitomate, entre otras, Ana y sus compañeras caminan cortando algunas hojas que ya están listas para ingerirse y vigilando que el sistema de riego que colocaron no falle.

“Ahora sabemos lo que nos estamos comiendo, nada de químicos, nada de fertilizantes, todo natural”, dice Ana sonriente.

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A unos cuantos metros, sus compañeras, apoyadas por Don Ezequiel, Javier Reyes Rodríguez Curiel y Sandy Minier, colaboradores del Instituto Mexicano de Desarrollo Comunitario (Imdec), construyen el nuevo sistema de captación de agua de lluvia para el mantenimiento del huerto urbano.

Con una capacidad para almacenar cinco mil litros, el sistema tendrá un costo final de alrededor de 10 mil pesos. Con esto, se ahorrarán la compra de pipas para regar las plantas y servirá para demostrar a los vecinos los beneficios del aprovechamiento de agua de lluvia.

Todas esas acciones, dice Rodríguez Curiel, no se tratan sólo de buscar ser más sustentables, sino de supervivencia.

En La Huizachera una pipa de agua cuesta 300 pesos, monto que al menos una vez a la semana deben pagar las familias de escasos recursos que habitan la zona, ubicada junto al arroyo de El Ahogado, famoso por sus altos niveles de contaminación orgánica e industrial.

Dede que comenzó el huerto como una alternativa para las mujeres, cansadas de vivir en carne propia y en la de sus familiares los problemas causados por la contaminación, –asma, cáncer, enfermedades renales, etcétera–, el grupo se ha multiplicado, pues la gente se interesa en esos métodos.

Ese es el caso de Ana, quien relata que ella tenía la inquietud de saber cómo sembrar y cosechar.

“Yo en mi casa intentaba y no se daban, entonces cuando me encontré con el grupo, empecé a conocer lo que era la composta, lo que contenía y a partir de eso plantar, y dije ‘de aquí soy’”, dice mientras lava algunas hojas de lechuga recién cortadas, que servirán para la comida de la tarde.

La Huizachera

La búsqueda del equilibrio ecológico

Javier Reyes Rodríguez Curiel explica que existen “eslabones rotos en los ciclos de la naturaleza” en las grandes metrópolis construidas sobre cuencas hidrológicas que afectan ciclos pluviales, de esta manera, dijo, los modos de vida de los citadinos no son sustentables.

La captación de agua de lluvia, que ya comenzará a aplicarse en el huerto urbano de La Huizachera y que tiene modelos exitosos como el del investigador Arturo Gleason Espíndola, es una opción para completar estos ciclos que se encuentran rotos por la actividad metropolitana.

“A veces la gente no sabe cuántos litros puede captar su techo, y con la escasez de agua que hay aquí en La Huizachera es un desperdicio todas esas superficies de captación, faltan los recursos económicos para los materiales, para completar un sistema (…) a veces consumimos el doble del agua que podemos captar, y nos damos cuenta que deberíamos de bajarle el consumo al agua o un techo el doble de grande”, dice.

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En La Huizachera, con la asesoría del Imdec, seis casas cuentan con estufas ecológicas y otras dos con baños secos; estos son otros dos ejemplos de tecnologías ecológicas que han ayudado a mejorar la calidad de vida de quienes se decidieron a implementar estos modelos en su vida cotidiana.

Ana Gallegos cuenta con un baño seco en su vivienda.

“Es bien padre, nosotros aquí batallamos por el agua y así se ahorra bastante”. Recuerda cómo su familia era renuente a utilizar un sanitario en el que en lugar de utilizar agua se usa tierra, sin embargo “vieron que sí era funcional”.

Al encontrarse secos y mezclarse con tierra y arena, los desechos biológicos no emiten olor; de esta manera pueden ser utilizados como composta, a fin de que se utilicen para el mejoramiento de suelos.

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Para Rodríguez Curiel la idea del baño seco es recuperar los nutrientes y regresárselos a la tierra, además de ahorrar agua, ya que en La Huizachera la compra del líquido consume muchos de los recursos monetarios de las familias.

“Lo que genera los malos olores es el exceso de humedad, al mezclarse con tierra, arena y ceniza se quita la humedad; sacas el bote y lo echas a la composta y es ahí donde se hace el proceso, ya después de seis meses la tierra se vuelve fértil y utilizable con una gran cantidad de nutrientes”, detalla.

Con el baño seco se reduce hasta en un tercio el consumo de agua en una vivienda.

En el caso de las estufas ecológicas, el ahorro del gas es notorio, dicen quienes ya han probado esta tecnología.

Hechas con arena, las estufas tienen cuatro orificios, en tres se colocan los comales, mientras que en el cuarto se colocan dos tubos que sacan el humo provocado por la leña, a fin de no afectar los pulmones de quien cocina.

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Algunas mujeres aún utilizan fogones para cocinar, ante el alto costo del gas –un cilindro rebasa los 360 pesos– por lo que se presentan problemas pulmonares.

“Yo nomás le prendo el ocote y ya nomás le hecho la leña ¡y vieras que rápido prende!”, explica Graciela, quien se deshizo se su cilindro de gas, pues ya no lo necesitaba.

“El gas ahorita está bien caro, y con la ayuda esta, pues es una ventaja”, recalca.

Dos días duró la construcción de su estufa; ahora utiliza la mitad de la leña que gastaba cuando prendía el fogón.

La economía y la salud de estas mujeres y sus familias parecen tener un descanso con el esfuerzo emprendido en estos proyectos, aunque sea un poco, pues afuera, los problemas siguen igual.

Redacción Verdebandera