Huicholes de Tuapurie y propietario en Bolaños encabezan esfuerzo en Jalisco en busca de la viabilidad de la gran rapaz en las zonas montañosas del norte de la entidad, correspondientes a la Sierra Madre Occidental
Guadalajara. Agustín del Castillo. ´PÚBLICO-MILENIO
Marco Aurelio Montaño, dueño de dos superficies de bosque templado en la sierra de Bolaños, en el norte de Jalisco, sueña con el día en que las águilas reales regresen a anidar a las cañadas de las que fueron expulsadas por el «progreso».
No han pasado más de diez años de que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ingresó a la zona con sus torres de alta tensión, talando decenas de árboles y perturbando el entorno, y de que la empresa de telefonía celular Telcel estableció en el cerro del Gallo, donde anidaban las rapaces, una antena con motor de diesel para llevar el servicio a esta amplia región enclavada en la Sierra Madre Occidental. Muchos piensan que fue una justa conquista para sacar de la marginación a los moradores de las montañas remotas, pero el costo ha sido alto: desde entonces, a las majestuosas aves de presa ya no se les ve sobrevolando los acantilados que presiden el abismo del río Bolaños, un amplio cañón tallado por la paciencia milenaria del agua.
Y la pretensión del propietario de recuperar la presencia alada coexiste con la de un grupo de expertos que llegan a la misma conclusión: la viabilidad de la Aquila chrysaetos está en predicamento en buena parte del territorio nacional. Se ha reducido, de hecho, a 50 por ciento de su distribución histórica, y donde permanece, lo hace precariamente, y bajo el estigma de leyendas negras, como la de ese ganadero del cercano Chimaltitán, que acusó a una gran ave de raptar sus chivos apenas dos años atrás.
El programa de acción para la conservación del águila real —símbolo nacional mexicano— ha sido actualizado en el año que termina, y se ha propuesto contar en 2012 con un protocolo de monitoreo para la cuantificación de los individuos que habitan el país, una base de datos del trabajo de conservación que se realiza en las áreas naturales protegidas donde está presente la especie, y establecer cuando menos catorce comités de vigilancia participativa en comunidades donde se avista a la rapaz.
Plantea además «incrementar el número de hectáreas consideradas como hábitat del águila real bajo algún esquema de conservación: área natural protegida, unidad de manejo y conservación de vida silvestre [uma], predios con certificación para la conservación, servidumbre ecológicas», entre las opciones.
Hay consenso entre los expertos —cuya última reunión fue en Zacatecas, estado con mayor número de nidos registrados, el 4 y 5 de noviembre pasado— en que la destrucción de hábitat es lo que ha ocasionado las mayores presiones para la especie. El cableado de alta tensión de la CFE provoca muertes, así como la agricultura, pues ésta emplea venenos para control de plagas, muchas de ellas, roedores y animales medianos que forman parte de la dieta del ave. También queda por estudiar el fenómeno de cambio climático como un factor que pueda modificar los patrones de migración de los individuos del águila también conocida como «dorada», cuya distribución abarca todo el hemisferio norte.
Durante la citada reunión anual del Subcomité Técnico, se realizó la ceremonia denominada «entrega de plumas de águila real a los centros ceremoniales de la comunidad huichol de Tuapurie».
La organización ecologista Conservación Humana AC, presidida por Humberto Fernández Borja, ha sido pionera en ese esfuerzo, que trata de dotar a la comunidad aborigen de plumas recuperadas del ave para usarlas en sus ceremonias (evitando así que las cacen), de manera que se garantice la vida de las depredadoras sobre las montañas de los wixaritaris.
«Alrededor de 500 plumas provenientes de individuos en cautiverio en diversos zoológicos o centros de rehabilitación de fauna del país, fueron recibidas por las autoridades tradicionales y agrarias de Tuapurie o Santa Catarina Cuexcomatitlán. Entre los representantes huicholes se encontraba el gobernador tradicional, Víctor Mijares, el presidente de Bienes de Comunales, Juan Ávila de Cruz, el cahuitero o miembro del Consejo de Ancianos, Marcelino Robles, así como miembros de los tres centros ceremoniales de la comunidad», explicó el ecologista a Público.
«Esto es parte de una campaña que venimos promoviendo desde 1999 para apoyar el fortalecimiento de los centros ceremoniales huicholes. En esta ocasión se dio una entrega generosa de plumas y se escogió a la Comunidad de Tuapurie, no sólo porque destaca como la más celosa en el mantenimiento de sus tradiciones, sino también, y derivado de lo anterior, porque Tuapurie ha demostrado una actitud conservacionista ejemplar. En especial, quisimos reconocer su tenacidad y fortaleza en la defensa de sus bosques, que han sido gravemente amenazados en meses recientes por el intento de construir una carretera perfectamente ilegal que atravesaría sus territorios», añadió el activista, que ha sido asesor de los indígenas en esa difícil tarea.
Mientras los asuntos aquilinos tratan de mejorarse en territorio indígena, el pequeño propietario Marco Montaño ya estableció su uma y pretende llegar lejos: «Mi meta es que vuelvan a volar águilas reales en los bosques de Azucenas y Astillero, que son nuestra propiedad», señala convencido. Su personal tiene clara la misión de recuperar la umbría y crear un entorno sostenible donde los grandes animales, terrestres o aéreos, encuentren un hogar seguro.