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En Guadalajara, un megamuseo para la naturaleza y la ciudad

El Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara abrirá parcialmente sus puertas en noviembre, tras siete años de obras. Acumula 60 millones de dólares y podría costar hasta 100 millones.

Por: Agustín del Castillo

20 de septiembre de 2023.-El ojo de Dios se ha abierto desde el amanecer y lentamente derrama su luz sobre el acantilado enconado. Toda la barranca artificial se despereza, el agua se filtra por las grietas y los muros desnudos, y conquista espacios recónditos del extraño macizo arquitectónico, un germen hipermoderno, pero lleno de resonancias primitivas enclavado al norte de la ciudad de Guadalajara, que está destinado a convertirse en el museo científico más vanguardista de América Latina.

Contra la definición tradicional, esto es una revolución: busca nada menos que reproducir a escala el mundo, sus procesos físicos y químicos, la explosión de la vida, la variedad de sus adaptaciones ecosistémicas, el influjo de sus moradores animales, y en particular de sus Homo sapiens, sobre el paisaje y los recursos, para pasar de los terrenos salvajes de la creación a los de Babel: la ciudad, las lenguas confundidas entre avaricia, deseo, ecocidio y confort, hasta arribar a un aviso de apocalipsis, en clave de cambio climático y crisis ambiental.

Parece el deletreo de un ignoto texto sagrado inmerso en una narración de ciencia ficción hecha de piedra, agua, luces y sombras, tabletas con caracteres alfabéticos que ofrecen textos científicos, y como inscripción de entrada, el poema más vibrante de uno de los inspiradores insospechados de este artificio híbrido: Alta traición, de José Emilio Pacheco.

¿Qué es, pues, lo que se trata de describir? El Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara, un santuario del Antropoceno urbano, la era en que el humano se ha convertido en una especie de fuerza geológica, casi siempre ciega, frecuentemente destructora.

Su director, Eduardo Santana Castellón, de raíces cubano/puertorriqueñas y formación de ecólogo y ornitólogo en universidades estadounidenses, pero fuertemente arraigado en el occidente de México por casi 40 años, sirve de guía emocionado por estos antros incompletos de 23 mil metros cuadrados (más de 7 mil m² para exposiciones y otro tanto de salones de clase y laboratorios) donde el conocimiento científico, la poesía moderna, la cultura ancestral y la incomprendida ciudad se encuentran en el mismo territorio.

La obra es tan ambiciosa que a algunos les parece desmesurada. Lo es con la inversión que ya ha implicado: 1,035 millones de pesos mexicanos, según datos de transparencia de la UdeG, unos 60 millones de dólares, equivalentes al ingreso anual promedio de 19,300 hogares ubicados en el decil más bajo de ingresos del país, aunque corresponde apenas a 25 días de ingresos del mismo número de familias del decil más alto (datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en Hogares 2022 del INEGI).

El costo final del edificio podría rondar 100 millones de dólares. La cultura y el conocimiento cuestan, pero “este proyecto está pensado y destinado fundamentalmente a las familias más pobres, es un bien público que no solamente busca exhibir y mostrar, sino que se plantea como una herramienta de esas familias para dialogar con el conocimiento y con sus problemas cotidianos más acuciosos. Es un espacio para ellos, y dialogado con ellas y ellos”, advierte Santana Castellón.

El museo “está diseñado para los alumnos de preparatoria, de entre 12 a 18 años. La gran mayoría de las prepas de la UdeG están en zonas marginadas de la ciudad. Esto se refleja en que 56 por ciento de los alumnos de la Universidad de Guadalajara provienen de familias que están en el quintil más bajo de ingresos en Jalisco. Y 79 por ciento se encuentra en los dos quintiles inferiores. Somos una universidad que mayor oportunidad ofrece mediante la educación para la movilidad social”, subraya

60 millones de dólares aplicados en un macizo “de piedra, grava, arena, conchas y hormigón texturizado, seleccionados por su durabilidad y su resonancia con paisajes vernáculos”. Un edificio inteligente, que incorpora la tecnología más innovadora para bajar su gasto energético. La base de diseño son los paisajes de la región. La barranca del río Santiago, con unos 700 metros de profundidad, la marca geográfica que ha contenido a Guadalajara por el norte y el oriente; pero sin excluir el altiplano semiseco de Los Altos de Jalisco, los bosques de coníferas y de niebla del sur y el oeste, los médanos costeros y la región Wixárika (huichola) de la Sierra Madre Occidental, que inspira ese “ojo de Dios” obtenido de planos curvos que abren un hueco al centro del complejo, tan parecido al de la representación de la Trinidad cristiana o la del abstracto e indiferente dios-dólar.

 

El agua, omnipresente en el diseño como paciente escultora del paisaje, estalla en una espectacular cascada en la salida sur. “La erosión del agua le otorgó una forma orgánica al edificio y vinculó sus patios interiores en un “cañón central abierto al público transeúnte”, se lee en su web. Pero el eje de toda esta articulación es la ciudad, la obra artificial juzgada por el científico como la invención fundamental de los sapiens, la concentración de la grandeza y miseria de su paso por este mundo.

“En la ciudad se concentran el poder político, el poder económico, el poder militar, el poder religioso, el poder científico; el poderoso urbanita va a definir el futuro de la naturaleza, va a definir el futuro del campo y sin embargo, es quien menos comprende la dependencia de la ciudad con los servicios ecosistémicos de esos paisajes naturales de su entorno; entonces el poder comprender desde un punto de vista urbano, cómo la naturaleza evita que colapsen las ciudades, es premisa fundamental. Esto lo sabían los militares de la Edad Media cuando sitiaban las ciudades, cortaban los servicios ecosistémicos y colapsaban. Nosotros nos estamos autositiando al destruir la naturaleza que es la que se sustentan nuestras ciudades”, reflexiona el director.

Desmesura de ambiciones en un espacio contenido que todavía espera el arribo del equipamiento, aunque ya tiene 85 por ciento de avance en su estructura física. Las obras arrancaron en febrero de 2016.

En coincidencia con la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en noviembre de 2023, se abrirá solo el Jardín Educativo, mientras la planta baja de la galería se inaugurará durante la FIL en 2024, y posteriormente las demás, de manera paulatina: 12 jardines temáticos, siete galerías de exhibiciones permanentes, dos salas de exhibiciones temporales, cuatro salones para talleres escolares, un auditorio y un laboratorio de desarrollo comunitario.

“La estrategia es ir abriendo el museo por partes. Primero la planta baja, después la planta de galerías pero con pocas exhibiciones y construyendo exhibiciones con la comunidad, y ya después abrir la azotea. O viceversa, abrir azotea y después ir abriendo las galerías. Eso te llevará este año y el que sigue […] lo ideal es abrir la mitad del museo con las galerías de montaña, campo, ciudad y costa. Y así tenemos un gradiente altitudinal que es la mitad del edificio de la sección este del museo. Las salas que queden temporalmente vacías se ´pueden usar para generar dinámicas, exhibiciones con ciudadanos, con las prepas, con las universidades y con los vecinos. Pero así tenemos una narrativa de un gradiente altitudinal que tiene coherencia…”.

Su construcción se debió ralentizar por conflictos presupuestales entre la segunda universidad del país y el gobierno de Jalisco, que frenó apoyos a raíz de la pandemia. En el fondo, un viejo odio político del gobernador Enrique Alfaro hacia el grupo Universidad, acaudillado por Raúl Padilla López, el hombre fuerte que creó la multigalardonada Feria Internacional del Libro de Guadalajara y detonó el Centro Cultural Universitario, complejo en el que está inserto el museo.

La muerte del dirigente universitario, en abril pasado, parece allanar de nuevo el diálogo, pero 140 millones de pesos comprometidos desde 2021 por el gobierno de Jalisco no llegan aún, y permanece abierto un litigio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sobre esos recursos y si se afecta a la autonomía universitaria ante la negativa de entregarlos.

No se puede disminuir la relevancia del proyecto, que aún sin abrir sus puertas ha recibido el respaldo de los más influyentes personajes del mundo de la museología, la ecología, el urbanismo, la literatura y el cine.

Tiene un eco amplio entre los espacios de arquitectura más importantes del mundo. El proyecto paisajístico del museo, a cargo del despacho de arquitectura Snøhetta, de Noruega, ha sido galardonado con el premio International Architecture & Design Awards en la categoría de “concepto de paisaje de herencia cultural”, que entrega la Architecture & Design Community (AD-C). También fue distinguido con el Premio internacional DNA Paris Design Awards, con sede en Francia. Los jardines del espacio museístico, que serán conformados por paisajes del occidente mexicano, fueron reconocidos con el Galardón de Oro, el más alto en su categoría.

“Por su misión y programa, el museo ejemplifica las preocupaciones sociales que se discutieron en el debate que duró tres años en el ICOM (Consejo Internacional de Museos) para acordar la nueva definición de museo; quiero ser enfático sobre las nuevas responsabilidades sociales de los museos, que tratamos de plasmar aquí”, añade Santana.

Un museo en movimiento, impregnado de acción social, visión de derechos al conocimiento, pero también a la organización ciudadana, como estrategias de sostenibilidad, que siempre se gesta desde lo local y lo comunitario. Es como el poema de Pacheco, que recibirá a los visitantes en la puerta principal: no se trata de amar los “fulgores abstractos” de la Patria, sino de querer dar la vida “por diez lugares suyos, / cierta gente, / puertos, bosques de pinos, / fortalezas, / una ciudad desecha, /gris, monstruosa, / varias figuras de su historia, / montañas / -y tres o cuatro ríos…”.

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CONCEPTOS BÁSICOS
Eduardo Santana Castellón, director del Museo de Ciencias Ambientales del Centro Cultural Universitario de la UdeG

“El museo nace originalmente con un museo de historia natural, pero en realidad, en el mundo en que vivimos ya esos museos del siglo XX no son vigentes, porque, en primer lugar, ya hemos transformado 80 por ciento de la superficie terrestre; ya los biomas que existen no son los tradicionales que se representaban en los museos, y aparte de la transformación que hemos hecho -que se le ha llamado una nueva época geológica como el Antropoceno-, tenemos otra situación: por primera vez en la historia de la humanidad, en los 300 mil años que tiene nuestra especie, a partir del 2007, la mayoría de los seres humanos vivimos en ciudades. Las ciudades son las que principalmente causan el deterioro ambiental la producción de gases efecto invernadero”.

“De ahí el propósito y misión de este museo, que es comprender la ciudad como sistema e inspirar la conservación de la naturaleza que la sustenta; ese es el primer elemento que es no tradicional para un museo de historia natural; el otro elemento es que desde el inicio está concebido como un laboratorio de desarrollo comunitario y barrial. Generalmente, los museos hablan de los visitantes, pero aquí nosotros hablamos de los vecinos como uno de nuestros públicos principales, porque si el museo no impacta en transformar su realidad socioecológica, su entorno urbano, consideramos que fracasa, aunque esté recibiendo turistas de todo el mundo”.

“Otro elemento que lo hace muy interesante es quienes han estado participando el concepto de paisajes […] el museo fue concebido para comprender el occidente de México como gran lugar de confluencias: pocos lugares del mundo, a excepción tal vez de Indonesia en la línea de Wallace, o el Himalaya, hay una transición biogeográfica tan abrupta como ocurre aquí. La corriente fría de California con la corriente caliente ecuatorial; el neártico con el neotrópico; las diferentes sierras y Eje Volcánico Transversal».

«Aquí se encuentran los huracanes, somos el tercer lugar del mundo con mayor número de huracanes -la confluencia entre la atmósfera, el océano y la tierra-; inclusive tenemos el volcán de Fuego de Colima, que es otra confluencia del interior de la capa terrestre y la parte exterior. A todas esas confluencias hay que incluir la confluencia histórica: aquí fue donde Urdaneta y López de Legazpi zarparon para la Filipinas y encontraron la tornavuelta, con lo que nació la globalización económica, y durante 300 años, la mayor cantidad de plata y oro en el mundo se movió a través de México, y más plata fue a Asia, de hecho, que la que fue a Europa, por esos barquitos que surgieron de aquí de Barra de Navidad en Jalisco […] derivando esas mezcla de razas que teníamos en México (las castas), por ser ese lugar de confluencia de Asia, Europa, África y América…”.

“El edificio lo diseña Snøhetta, una firma que nace en Noruega pero ahora tiene oficinas en Nueva York, en San Francisco y en otras áreas del mundo; hizo la Ópera de Oslo, la biblioteca de Alejandría, rediseñó Times Square, el lobby de las Torres Gemelas, el Moma de San Francisco; este es el primer edificio que hace este despacho en América Latina, se inspira en los edificios coloniales con sus patios interiores (el Hospicio Cabañas de Guadalajara, particularmente) y a la vez en la naturaleza, en el complejo montañoso de occidente de México, con sus valles intermontanos. Entonces equivale al edificio colonial que es tradición milenaria del Mediterráneo y ciencia árabe que nos llega a través de los españoles, con los procesos naturales…”.

“El proceso natural es el de la barranca del río Santiago, que es la cuenca más grande de México (nace en el Nevado de Toluca y termina en el océano Pacífico, sobre casi 130 mil kilómetros cuadrados), la cual pasa al norte de Guadalajara, que es un acantilado de hasta 800 metros de profundidad, que es una en una falla geológica: durante 5 millones de años el agua fue fluyendo y creando ese cañón, y ha sido el límite que le impone la naturaleza al crecimiento urbano de Guadalajara. Es un aspecto importante, reconocer que la naturaleza nos impone y nos condiciona; así como sabemos que nunca podremos construir una máquina de movimiento perpetua, ese es un límite; es imposible viajar más rápido que la luz, nunca llegaremos a ese límite y existen galaxias que nunca vamos a alcanzar, porque se están moviendo a una velocidad inalcanzable después del Big Bang. La naturaleza impone límites, y es parte del mensaje que se manda en este museo…”.

“El agua erosionar el concreto, creando estas formas orgánicas curvas, y un gran cañón por el medio del edificio, cosa que el visitante y el transeúnte, aunque no entre adentro del museo ya tiene presente. Es una experiencia inmersiva: pasando por el cañón del edificio, tenemos una gran fuente interactiva que es un juego también para niños; tenemos en lo que llamamos el cañón norte formas ovaladas, hay un cañón central en el cual estamos trabajando en una obra arte de confluencias con diferentes sectores de la sociedad, confluencias entre lo cultural y lo natural; y al final hay una gran cascada de 25 metros de altura que brota de adentro del edificio, de un bosque mesófilo de montaña, que explica cómo las montañas nos generan el agua que necesitamos en la ciudad”.

“La otra característica son los paisajes: 2.6 hectáreas de jardines donde se exponen los paisajes bioculturales del occidente de México: tiene el agua como formador de paisaje, se integra el comercio como formador de paisajes, y entonces hay un jardín de obsidiana, un jardín de conchas y un jardín de sal que eran elementos de comercio prehispánico; un jardín de minerales, plata y oro, que es lo que une la cultura de América con la cultura europea…”.

“La primera sala dentro del edificio es el paisaje urbano, el paisaje de la ciudad: está rodeado por el paisaje del campo, que le genera alimentos y otros servicios a la ciudad; el visitante pasa hacia el paisaje costero, al paisaje montano, el paisaje árido del altiplano y hasta el paisaje de ríos y lagos. Es como si estuvieran saliendo de la ciudad a visitar la playa, una montaña, el desierto o un lago. Lo interesante es que toda la narrativa del museo es cómo la ciudad depende de la naturaleza y cuáles son los servicios que recibe…”.

Agustín del Castillo

Periodista especializado en temas de medio ambiente. Ganador del premio para América Latina de la Fundación Reuters y la UICN en el año 2008. Obtuvo el Reconocimiento Nacional de Conservación de la Naturaleza en 2005, y el premio nacional de periodismo ambiental 2010 patrocinado por la UdeG y Greenpeace. Galardonado en varias ocasiones con el Premio Jalisco de Periodismo.