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Tequila, crónicas ocultas e historias olvidadas de un auge global

La primera “denominación de origen” mexicana cumple 50 años. Aún no ha resuelto sus pasivos ambientales y sociales

Por: Agustín del Castillo

20 de febrero de 2024.- El miércoles día 6 de septiembre de 2006, doña Jesusita Mayorga Castro, nacida en 1909 en San Cristóbal de la Barranca y arraigada desde varias décadas en Los Ángeles, California, recordaba el paso por la accidentada orografía del Río Grande o Santiago de un prelado y de un futuro prelado que marcarían la historia de Jalisco durante todo su siglo.

José Garibi Rivera, secretario del obispo, se había refugiado en el rancho familiar de Cuyutlán el 26 de marzo de 1926, bajo el nombre ficticio de “padre Mariano”, y no se fue sino hasta junio de 1927.

La historia de las andanzas y las persecuciones por los cañones de los ríos Santiago, Juchipila, Chico y Bolaños, entre los municipios de San Cristóbal, Amatitán y Tequila, era más vieja para el famoso arzobispo de Guadalajara, el zamorano Francisco Orozco y Jiménez, enemigo público número uno del régimen revolucionario, que lo señalaba como incitador de la rebeldía de los católicos que terminaría en la cruenta guerra de los cristeros, que se vivió en la región entre 1926 y 1929.

En la sierra se hacía agricultura de temporal y ganadería extensiva; en las vegas de los ríos, los ricos tenían sus huertas de mango y otros frutales, y prosperaban las artes de pesca para la subsistencia o el mercado creciente de Zapopan y Guadalajara.

Las haciendas y pequeñas propiedades coexistían en medio de la pax porfiriana. En todos los sitios se elaboraba artesanalmente el “vino mezcal” que apenas se había comenzado a denominar tequila con el comienzo del siglo -una bebida mestiza: la domesticación del Agave Tequilana Weber variedad azul es herencia de los pueblos indios, pero fue destilada con el arribo de los alambiques, vieja tecnología mediterránea heredada por los colonizadores-.

Alambique para detilar tequila. Foto de https://cobredavidcopper.com/

El licor quizás mitigaba, al menos ocasionalmente, la vida azarosa, “a salto de mata”, de un jerarca que ya había vivido y padecido las iras del poder fáctico de los finqueros chiapanecos durante su estadía en otro San Cristóbal, más famoso, el de Las Casas.

No era, pues, que no estuviera curtido: Orozco y Jiménez era un campeón de la doctrina social de la iglesia y consciente ejecutor de la ideología antisecular y austera del concilio Vaticano I, lo que lo enfrentaba inevitablemente a unas élites y a una revolución con ínfulas modernizadoras.

Ixtlahuacán del Río. Imagen tomada de la Gaceta UdeG

Doña Jesusita narró esa tarde historias de un mundo que casi ha desaparecido, sino fuera por la persistencia impertérrita de los paisajes ásperos tallados por milenarios ríos arcádicos -hoy brutalmente contaminados-, el clima tórrido, y la gradual resurrección de tiempos violentos, bajo banderas más materialistas y cínicas. Hoy, cuando la anciana ha dejado el mundo terrenal, impera la pura voluntad de poder: la pax narca.

“De lo primero que me acuerdo es del señor Garibi, que su nombre era José, pero cuando llegó allá al rancho se llamaba padre Mariano […] él era canónigo, no obispo todavía, llegó el 26 de marzo de 1926”.

La historia de fugitivo Orozco y Jiménez era más antigua. “En 1916 había estado en El Salvador [Tequila] y de allí se fue a vivir a un lugar que se llamaba El Capote, una sierra muy lejos. Estuvo con unos amigos de mi papá, pues él lo llevo allí, era la familia de Octaviano López”, narraba la anciana.

– ¿Usted conoció a monseñor Orozco y Jiménez?
– Sí, cómo no, si él me confirmó.

“Cuando estuvo allá, para poderse venir para Guadalajara, se dejó crecer la barba, una barba grandota, y se vino entre los arrieros sobre los lomos de un burro. Eso fue en 1918. Ya durante La Cristiada, en 1927, se volvió a refugiar en un rancho llamado La Lobera, de San Cristóbal, con la familia González; eran los dueños de la hacienda”, agregaba.

– ¿El arzobispo apoyaba la guerra?
– Él nunca hablaba de nada, platicaba con la gente, pos allá con nosotros los rancheritos, y platicaba sencillamente, yo no sé lo que platicaría con los sacerdotes…

Un testimonio de cosas que poco a poco se van olvidando. Esos territorios agrestes, teatro de disputas más antiguas, como las guerras de los caxcanes y chichimecas contra los conquistadores, fueron también de donde partió la migración que dio origen a la ciudad de Tequila, cuya primer parroquia se edifica alrededor de 1536, explica María Alicia Rodríguez Pérez, promotora cultura y creadora del Museo del Tequila que existe en el poblado, que junto a su volcán extinto de casi tres mil metros de altura, ha dado nombre a una bebida hoy mundializada.

Pero, como es lógico, la producción de la bebida no se limitaba a esa cabecera.

San Cristobal de la Barranca

En San Cristóbal hacían un tequila bravo, muy apreciado por las gargantas recias de los rancheros; en Atemanica, la primera cabecera de Tequila; en Tuitán, en San Pedro Analco, en los cañones zacatecanos o nayaritas, también. Y naturalmente, en el territorio “civilizado” al otro lado de la agreste depresión orográfica: El Arenal, Amatitán, Magdalena, en el valle risueño, hoy crecientemente invadido por el azul inconfundible de los agaves, en un auge histórico que tiene rasgos de exceso para algunos, y para otros, de enfermedad.

“Todavía en los años 90, hace más de 30, mi mamá traía botellas de tequila joven que echaban fuego: mis sobrinos decían que eran bebidas para volverse ciego, lo que nunca pasó, pero con el paso del tiempo, se prohibió por razones sanitarias”, señala Silvia Sandoval, sobrina de doña Jesusita.

Inevitable el eco lapidario de un visitante ilustre de las inmediaciones de estos ríos apenas unos años después de La Cristiada: José Vasconcelos, intelectual y político maderista de cultura europeizada y costumbres burguesas, llama al destilado de agave “licor de bárbaros” (en Memorias I: Ulises Criollo). La historia ha cambiado. Hoy quizás revisaría su juicio.

El lado positivo de la transformación, del refinamiento de la bebida y de la cultura que le rodea, ha sido caminar hacia productos más regulados; pero de forma gradual, se van perdiendo los sistemas tradicionales que son la supuesta justificación de la denominación de origen, advierte la experta en agaves mexicanos, egresada de las universidades de Guadalajara y Nuevo León, Ana Valenzuela Zapata.

“Yo tengo dudas de si existe el tequila artesanal todavía; tenemos pequeños productores que más bien están viviendo de hacer maquila, y se supone que les va bien, pero esto es una industria que ha apostado por crecer y favorecer procedimientos industriales porque su objetivo es ganar mercados, lo que ha barrido con las formas tradicionales que se supone habrían fundamentado la denominación de origen”, sostiene.

Ana Zepeda Zapata

Lo cierto es que a los tequileros organizados, más que ese debate, les preocupa que el crecimiento exponencial de espacios cultivados y de uso de recursos como el agua, los ponga en predicamento ante fenómenos de la naturaleza, acusadamente, el cambio climático, lo que daría al traste con un modelo de negocios no solo próspero, sino que literalmente cambió el mercado internacional de las bebidas espirituosas.

De una mundialización a otra. El régimen liberal de Porfirio Díaz había insertado a México en el concurso internacional. La revolución mexicana, las guerras mundiales, la división del planeta en bloques geopolíticos, hizo retroceder el proceso hacia las fronteras nacionales. Hoy, a 30 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el producto tequila es uno de los estelares ganadores de la nueva globalización.

Imagen de la UNESCO

Pero hay una necesidad de contener y gestionar la humana avidez a la riqueza inmediata, admite el director del Consejo Regulador del Tequila, Ramón González Figueroa. “No matar la gallina de los huevos de oro” con un crecimiento anárquico cuyos límites están en el umbral, admite.

“Durante 2022 la agroindustria tequilera consumió 2 millones 600 mil toneladas de agave para producir 651 millones de litros de tequila, de los cuales se exportaron 416.8 millones a más de 120 países en el mundo. Al cierre del año 2022 en la [zona de] Denominación de Origen Tequila (DOT) se cuenta aproximadamente con una superficie cultivada de 426 mil 425 hectáreas de agave”, señala un grupo académico que ha elaborado un estudio a propósito de ese reto, para el CRT (Estrategia de sostenibilidad y la vulnerabilidad de la denominación de origen del tequila ante el cambio climático, 2023).

“Para muchos el crecimiento es una muestra de desarrollo, para otros es además un reto. Si una cadena productiva tan posicionada a nivel nacional e internacional tiene tanto crecimiento que el cultivo de su materia prima pone en riesgo objetivos como la conservación de los ecosistemas y el cumplimiento de los instrumentos para el ordenamiento del territorio, requiere de una atención coordinada entre los sectores público y privado”.

Agrega el libro: “La estrategia de sustentabilidad de la agroindustria tequilera se ha diseñado para la implementación de acciones que atiendan los retos del tequila, como la descarbonización de sus actividades, el uso eficiente del agua, prácticas agrícolas sustentables, tequila libre de deforestación, tratamiento de residuos, fortalecimiento de programas sociales y el desarrollo económico de la DOT”.

Los bosques arrasados y la respuesta

Ramón González Figueroa se enorgullece de un instrumento que es fruto de la colaboración con el gobierno de Jalisco: ARA (agave responsable ambientalmente), un sello de garantía ecológica que deberá marcar el derrotero de la industria, para bien, y que ya se ha extendido a dos estados vecinos: Guanajuato y Michoacán.

Hay no pocos detractores: las denuncias por la deforestación, sobre todo, de selvas bajas caducifolias (bosque tropical seco) a cambio de plantaciones de agave, están bien sustentadas. El propio CRT reconoce unas 22 mil hectáreas (5 por ciento de la frontera agavera de los cinco estados y 181 municipios de la denominación de origen) como desplantadas ilegalmente de sus ecosistemas originales, aunque hay datos de hasta 40 mil hectáreas.

Monocultivo de agave. Foto de la Semadet Jalisco

El asunto llegó hasta las instancias de la Comisión de Cooperación Ambiental (CCA), instancia institucional que vigila a nivel del TEC-mec (tratado de libre comercio de América del Norte) el cumplimiento de la legislación ambiental de los tres socios nacionales (Estados Unidos, Canadá y México). Sin embargo, en el tema de la deforestación, la herramienta ARA convenció al organismo multinacional de que sí se hacen cosas para frenarla, por lo que su intervención fue aprobada solamente para hacer un expediente de hechos en relación a la contaminación que genera la industria.

Antes de ARA, advierte González Figueroa, había posibilidad de “lavar” la ilegalidad del agave producido con cambio de uso de suelo. Había en 2023, según los registros del CRT, 426,465 hectáreas sembradas y 36,603 agaveros en los 181 municipios de la denominación de origen en los estados de Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Nayarit y Tamaulipas.

A no ser que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) interviniera, mediante denuncia, en territorios con creciente inseguridad donde sus inspectores suelen ser intimidados, se daban por buenos los datos que ofrecía el vendedor del producto a 184 destiladores registrados por el CRT.

La producción, que alcanza dos millones de toneladas de agave anual, no tenía una plena regulación. Con ARA, argumenta el dirigente, la historia cambia porque existe un mapa base del año 2016 que refleja la extensión de los cultivos; la política del sector es que a partir de ese corte, ningún predio cambiado de uso de suelo sin permiso (no hay cambios de uso de suelo forestal en la región para proyectos agrícolas desde hace casi quince años) pueda llevar su agave y comercializarlo. “Se trata de cerrarles la llave” y mandar un mensaje claro.

Las opciones para los que violan la ley pueden ser la conciliación: que se jima su agave y se comprometan a recuperar la antigua frontera forestal (pero ese agave no podrá ser la base de un producto con sello ARA). El CRT tiene un proyecto de reproducción de planta nativa para apoyar la reforestación. Eso no los exime de una eventual (y por ahora casi improbable) intervención y sanción de la Profepa; es básicamente un acuerdo entre particulares.

¿Y qué sucede con las zonas que se siguen reforestando? Si no se inhibe el problema, ni el CRT, ni el gobierno del estado, tienen las atribuciones para sancionarlo. Pero no solamente no podrán producir tequila con sello ARA: ni siquiera harán tequila. Quizás puedan hacer destilados de agave y otros productos fuera de la marca, lo que redunda en utilidades más bajas, y se exponen a la sanción del gobierno federal.

Y aunque pareciera que este esquema es endeble por ser solo voluntarista, el director del CRT asegura que en 2023, se logró evitar la deforestación de 7,561 hectáreas de bosque y selva.

¿Cómo se llega a una cifra tan específica?

Ramón González explica que el esquema de ARA ha hecho a los agaveros razonables; acuden al CRT o consultan la aplicación (puede abrirse incuso en un teléfono móvil) para ver si su predio tiene uso agrícola o forestal. Si sale con datos contradictorios, pueden hacer reclamación ante la plataforma, pues a veces los detalles de los usos de suelo se escapan a nivel predial.

Si tienen razón, reciben la anuencia, pero si no, queda bajo su responsabilidad no solo sembrar o no el agave azul, sino lo que pueda derivar administrativa y penalmente de su comercialización, lo que responsabiliza además a toda la cadena de compra y transformación del agave. No es tan fácil que se escapen.

“Tenemos datos precisos, a nivel de cada predio y de cada planta, de lo que se produce. Cada agave está registrado, y es imposible que se puedan inflar cifras por parte de una empresa que compra agave ilegal, pues sabemos exactamente de dónde lo saca y cuánto puede consumir”, sostiene el empresario.

La posibilidad de fraude, así, se reduce. Hay una norma oficial mexicana cuyo cumplimiento es obligatorio y es la base para salvaguardar la denominación de origen y garantizar la calidad del producto al consumidor. Al estar referenciados todos los predios productores y cada planta en lo individual, hay manera de generar una trazabilidad que impida que se introduzca agave “pirata”, sostiene González Figueroa.

Foto de la UNESCO

Y aunque hay escepticismo en muchos observadores y ecologistas, advierte que la herramienta puede ser utilizada para comprobar los datos. Con la tecnología bien utilizada, “es muy difícil que nos metan un gol”. Está tan convencido de que dará resultados plenos en corto plazo, que se han trazado un objetivo ambicioso: en 2027, la totalidad del tequila deberá llevar el sello ARA, que a diferencia de la generalidad de las certificaciones válidas en el mundo, es de acceso totalmente gratuito al productor. “Es un sello de garantía que favorece claramente a los consumidores”.

El promotor principal desde el gobierno de Jalisco de este proceso, el hoy ex secretario de Medio Ambiente estatal, Sergio Graf Montero, advierte que llegar a ARA fue la solución que se podía dar, ante el monopolio de la regulación jurídica de los bosques que tiene el gobierno federal, única instancia que puede perseguir los delitos de deforestación y cambio de uso de suelo ilegal.

Pero además, no juzga los delitos ocurridos antes de 2016 (ni los exime: la Profepa y el Ministerio Público Federal pueden investigar y consignar los hechos presuntamente delictivos que se acrediten) y ofrece un camino conciliatorio que permite a largo plazo acotar la destrucción ambiental, lo que preocupa vivamente a los mercados del llamado primer mundo (Canadá, Japón, Estados Unidos y, sobre todo, Unión Europea). Si eres productor de agave o industrial, en el sitio https://www.crt.org.mx/index.php/es/features-3/servicios/registro-de-predios-y-producciones-de-agave están los datos y los insumos necesarios para saber si puedes sembrar o comprar agave de determinado predio.

Un problema serio: el agua residual

ARA es una marca, un sello, derivado de un proceso que fue registrado por el gobierno de Jalisco y el CRT para reducir o evitar deforestación, con miras a contribuir contra el cambio climático. La CCA ha decidido que puede ser un esquema pertinente. Lo que no lo es, es el modo en que se siguen contaminando cuerpos de agua tras la fase de industrialización del tequila.

Por eso, apenas en septiembre de 2023 determinó abrir un expediente de hechos, en que el gobierno mexicano deberá responder por la violación a su legislación ambiental.

Para el Consejo Regulador del Tequila, la herramienta de ARA se deberá engrosar gradualmente para que también impacte en la erradicación del grave problema de las vinazas.

Esto señaló el secretariado de la CCA para justificar el expediente: “…el Secretariado considera que existen cuestiones centrales abiertas en relación con el asunto planteado en la petición SEM-23-003 y que se amerita la preparación de un expediente de hechos en torno a la aplicación efectiva de la ley ambiental relativa a la contaminación de cuerpos receptores por las descargas de vinazas. Un expediente de hechos puede presentar información sobre los esfuerzos de la Parte para identificar, vigilar y controlar las descargas de vinazas a cuerpos receptores de jurisdicción federal en conformidad con la Ley de Aguas Nacionales, así como presentar información sobre los mecanismos para determinar la responsabilidad por daño al ambiente conforme a la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental”.

Vinazas. Foto de Bruno Noticias

En específico, el denunciante mexicano afirmó: “con los datos de la producción de tequila en el año 2022 y los litros de vinaza producidos, podemos determinar que actualmente están produciendo más de 16 mil 500 litros por minuto de vinazas, una gran cantidad de residuo sólido y a su vez un gran volumen de bióxido de carbono. El gran problema es que ninguna de las plantas tequileras tiene realmente un sistema para tratarlas, a pesar que en el año 2001 se les otorgó una prórroga de 10 años para que instalaran lo necesario y cumpliesen con la norma; hasta el momento no se ha dado”.

Sin embargo, el Consejo Regulador del Tequila informa que se han puesto en marcha proyectos orientados a reducir los impactos ambientales, como plantas de tratamiento de vinazas (biorreactores), calderas de biomasa, celdas solares, sustitución de combustóleo por gas natural, eficiencia energética, entre otros.

“El objetivo es que 140 pequeñas y micro tequileras puedan resolver sus pasivos ambientales, dado que 46 medianas y grandes factorías, que generan 90 por ciento de la producción tequilera, ya lo han logrado”.

Datos de la publicación Estrategia de sostenibilidad y la vulnerabilidad de la denominación de origen del tequila ante el cambio climático, presentada en la Feria Internacional del Libro Guadalajara 2023, señalan que el agua residual o gris del proceso del tequila en 2020 fue de 102 millones de metros cúbicos, aproximadamente 13 por ciento de la huella hídrica.

Foto compartida por UNESCO

El CRT menciona que 90 por ciento de esos residuos son tratados óptimamente por las 46 mayores empresas. 140 empresas pequeñas y medianas no cumplen la norma, y son responsables de 10 por ciento del volumen: poco más de 10 millones de metros cúbicos anuales, agua que en condiciones adecuadas es suficiente para abastecer una población de 1.5 millones de habitantes.

“La agroindustria tequilera conocedora de la huella hídrica de su producto, ha emprendido acciones para reducir su impacto, implementando programas de disminución en el consumo de agua dentro de sus instalaciones, la cual es utilizada para la producción del tequila, disminuyendo de esta forma una cantidad considerable del agua que es extraída del subsuelo”.

“En los últimos 10 años se han realizado inversiones de más de 128 millones de dólares en plantas de tratamiento de vinazas, en las cuales además de generarse biocombustibles a través de los tratamientos anaerobios implementados, actualmente un porcentaje del agua tratada, la cual cumple con las normatividades vigentes, es reutilizada en el proceso de producción, en las áreas de servicio, así como en el riego de áreas verdes dentro de las mismas instalaciones”, señalan los expertos (Alejandra Aguilar Ramírez, Josué Díaz Vázquez, Miguel Ángel Domínguez Morales, Graciela Hernández Cano, Nancy Hernández Valdez, Carmen Gómez Lozano, Sergio Graf Montero Carlos Fernando López de la Cruz. El libro se puede descargar en https://www.crt.org.mx/images/Documentos/CRT_Maqueta_V02-211123_cover.pdf?fbclid=IwAR1hinG8XQhiHG4KeGzwvCuY3SkIAdW0mLDnU-Uav_WOZVZy5Y77d6xu9LA).

“Conscientes del recurso hídrico, un grupo de productores de tequila participan actualmente en proyectos de restauración de microcuencas, a través de programas de conservación y reforestación en zonas, las cuales generan servicios ambientales a las comunidades, como es el aumento en la infiltración del agua, lo cual permite lograr una recuperación importante del agua en esas microcuencas”, agregan.

Foto compartida por la UNESCO

La dudosa “Denominación de Origen”

Ana Valenzuela Zapata ha estudiado como pocos el fenómeno de la denominación de origen del tequila. Y considera que se da gato por liebre, para decirlo coloquialmente.

A su juicio, lo que se ha desarrollado a partir de la denominación de origen, que cumple en este año 2024 medio siglo, es un fenómeno donde prima el mercado y la búsqueda de ganancias, lo que ha hecho el proceso caótico. Eso implicaría que “no es en realidad una denominación de origen, o en todo caso, es muy sui géneris, porque la tendencia no tendría que ser a priorizar aumentar la producción, y propiciar un monocultivo que afecta el ambiente”. Lo más idóneo es calificar el fenómeno tequila como “indicación geográfica”, considera.

¿Son necesarias las denominaciones de origen para mantener las tradiciones?, se pregunta. “Los signos distintivos son herramientas de comercio, aunque algunas instituciones usan la propaganda con menciones similares a: ‘son una vía para el desarrollo sustentable’ o ‘son un excelente marco para proteger la biodiversidad’. Las denominaciones de origen son muy útiles para proteger nombres (topónimos) de productos tradicionales y sus marcos de referencia son dinámicos tanto como es el mercado. Lo que no es ágil es su marco legal, ya que como en la mayoría de los casos estos no corresponden a la acelerada rapidez de la tecnología y de la modernidad”, apunta.

Paisaje agavero. Foto de la UNESCO

El tequila “a todas luces» es una ‘indicación geográfica’ al estilo de los cánones de la Organización Mundial del Comercio. Para lo cual, solamente se conserva el nombre y no así los procesos tradicionales. ¿Qué tecnología puede ser usada para hacer tequila? La que usted quiera. Mientras las tradiciones mezcaleras del sur de Jalisco no dejan de usar sus aparatos de destilación asiática de madera o de ollas”, añade.

En la industria del tequila, se asegura que “algunas tradiciones permanecen, como los hornos de mampostería, las tahonas o molinos chilenos, pero a decir verdad, lo que domina para lograr el volumen producido, es el más moderno sistema industrial. Solamente así se logra aquietar la sed de los vecinos del norte, que cada vez quieren más margaritas y menos vodka o whiskey”.

En realidad “hemos podido entender a lo largo de varias décadas lo importante que es producir cantidades masivas de tequila para el más grande mercado de espirituosas del mundo y mantenerlo con la fiesta que el nombre le identifica. El tequila es la indicación geográfica más exitosa pues es flexible y adaptada a las modas del mercado norteamericano con una gran agilidad”, señala.

Y luego, las denominaciones de origen en México “son un sistema guiado y esculpido de acuerdo al hermano mayor Tequila, que sigue el ritmo de las adecuaciones de popularidad y explosiva producción masiva, para el mercado norteamericano de margaritas. La denominación de origen mezcal ha caminado otras vertientes ante la necesidad de incluir a los productores originales y revalorizar la tradición, pero aun así intentan hacer algo genérico”, y con esta, que también sería una indicación geográfica, “pueden construirse una centena de denominaciones de origen en todo México”.

¿Hay otras formas de propiedad colectiva con protección de tradiciones? “Sí, podrían erigirse nuevas formas de propiedad colectiva para las diferentes expresiones de bebidas nacionales con modelos completamente creativos. Las denominaciones de origen actuales han enseñado grandes lecciones, hay quienes prefieren no afiliarse a estas sino seguir su camino como productores de destilados de agave”.

“Las nuevas formas de protección intelectual insisto deben tener la característica de ser colectivas y de impedir los tratos asimétricos de competitividad que ahora existen. Sin duda, en nada se parecerían al modelo del tequila. Hay mucho que aprender de casos probados de éxito en México sobre la valorización de patrimonios, si usted no lo cree vaya a las comunidades con culturas locales para que observe y consuma las joyas gastronómicas. Tal vez ahí podamos aprender a crear nuevos esquemas legales y de desarrollo cultural para proteger nuestros patrimonios”.

Lo cierto es que la profundización del desarrollo social en las regiones agaveras, empujado por una economía que tiene un valor global de 7,167 millones de dólares, permanece como pendiente.

Foto tomada de BruNoticias

El ocaso del tequila artesanal y la Pax Narca

Tepetates está en el corazón de la tierra donde nació el tequila hace miles de años como fermento del agave, hace siglos como destilado, y hace décadas como próspera industria, lo que incluye materias tan disímbolas como el envasado y las marcas, las regulaciones de calidad -que expulsaron a los pequeños productores-, las exportaciones al alza, la cinematografía y la cultura nacional.

Tepetates tiene marginación baja, según el Consejo Nacional de Población (Conapo), pero el tema de los ingresos es otra cosa: decenas de vecinos migrantes a Estados Unidos, o la opción de empleos temporales en el campo, o la producción de agave con precios volátiles según la demanda del mercado. Como muchas comunidades de la región tequilera, este poblado de Amatitán desmiente la pretendida prosperidad social traída por la industria.

La indeleble traza de las plantaciones de agave azul domina entre pastizales secos, caminos polvorientos, el magnífico volcán de Tequila y la escarpada barranca del Río Santiago, que antes separaba del mundo narco de los cañones, estilo de vida que ahora irrumpe como sombra ominosa hacia este lado, alentado por la precariedad social no resuelta, por la pobre cultura de legalidad promedio y por la claudicación del Estado mexicano a aplicar la ley, el mentado monopolio legítimo de la violencia estatal.

“Esos de la camioneta Lobo -el vehículo blanco de doble cabina ha pasado veloz un minuto antes, con cuatro hombres sombrerudos con rostros morenos y los típicos ray ban, y deja la infaltable estela de polvo- vivían en un pueblo cercano, pero no tenían ni para bicicletas; ahora siguen siendo amigos, pero uno sabe que andan en malos pasos, vea lo que traen puesto y vea la troca que manejan”, critica con veneno un lugareño mientras viaja en mula hacia las laderas bajas del río Grande.

Barranca del Río Santiago. Foto tomada de Gaceta UdeG

En la economía del agave, los intermediarios (coyotes) secuestran ganancias. “Es que están, como quien dice, ligado a las empresas, y las empresas tequileras les dicen, consíganme tantas, y su ganancia ahí se la ganan; y ellos te agarran con un precio por los suelos, y entonces cómo se defiende el campesino, si le pagan poco y no puede vender directamente. Por eso se pierden muchas cosechas, fruto de ocho a diez años de trabajo”, refiere Javier Rivera, quien migró por primera ocasión a Estados Unidos en los años 80 y ya logró la ciudadanía americana. Pese a lo cual, busca ver a su tierra redimida.

Cada vez es más caro producir agave: los suelos se han empobrecido por años de usar fertilizantes, insecticidas y químicos diversos, y la única solución es aplicar mayores volúmenes. ¿Cómo fue que una bebida que en la generación de los abuelos todavía se producía de forma artesanal a ambos lados de la barranca del Santiago, ahora no se fabrica?. “Hoy, el problema es que el mismo gobierno te lo impide, te exige una fábrica grande, áreas verdes, mucho dinero, y se ha convertido en una industria de ricos […] es verdad que hay muchas fabriquitas aquí, por el camino, pero no son empresas como Herradura, Sauza, Cuervo; lo único que hacen es su mezcal, y luego le venden ese mismo a las empresas, a las grandes, son sus maquilas…”.

En el pasado, en cada rancho había hornitos y se hacía el destilado de la piña del agave. Cuando el producto cobró fama, en los años 90 del siglo XX, se cometieron excesos para sacar más producción por parte de los grandes comercializadores, y los que la pagaron fueron los artesanos, que ahora han sido estigmatizados de “productores clandestinos”.

La Villa de Cuerámbaro es la población de la que se desprendió Tepetates. Antes, había surgido un primer anexo, Cuixtla, con vecinos de esa zona baja de San Cristóbal de la Barranca, al otro lado de la cortina de la presa de Santa Rosa, que migraron a esta parte alta. Los de Tepetates llegaron a fines de los años cuarenta encabezados por Hermenegildo Contreras, padre de doña María Contreras Rivera, que nació en 1939 en Las Plazas, en el vecino municipio de Zapopan.

“En este rancho siempre hemos estado pobres, pero en Las Plazas vivíamos sin ninguna comunicación de nada; mi padre se iba a caballo a Santa Lucía, Tesistán y Zapopan, duraba horas, salía a las tres de la mañana y como a las seis de la tarde lo divisábamos de regreso en una loma; mi madre criaba gallinas, ponían huevos que conservaba en una jícara con cal, y se los llevaba mi papá para vender junto con pollos engordados. Cuando regresaba, traía unos dulces de chocolate que les decía barriles, y otros que les decían cucarachas, y nos daban uno por la tarde; cuando no había, andábamos desesperados por la falta que nos hacía”, relata la anciana.

Imagen tomada de BruNoticias

Ya era un área sin gobierno; en las borracheras imponía el orden el que era más fuerte, y no llegaban apoyos de ninguna índole. La falta de progreso los hizo mudarse a Amatitán, aunque la calidad de vida no mejoró demasiado. Doña María llegó de nueve años y se casó como a los 20. El pueblito creció poco a poco.

“Cuando tenía mi familia de chiquilla, era de andar con los pies a ráiz, porque no alcanzaba el dinero; limpiaban los hombres el mezcal en las mezcaleras, y ganaban 60 pesos cada ocho días; imagínese para vestir, calzar y comer para todos, y con tanta familia, yo tuve nueve; no comíamos carne, los frijolitos se nos hacían muy buenos, o íbamos a la nopalera, a cortar nopales […] nos íbamos a lavar la ropa al arroyo, y había que ir como a las tres de la mañana para alcanzar agua de los veneritos de los pozos y traer los cantaritos, y luego madrugar porque estaba el quehacer de la casa…”.

No había luz, ni alguna clínica de primer nivel –los pobladores morían de picaduras de alacrán-, y el camino a Amatitán era tortuoso. Recuerda que cuando se abrió, a pico y pala, se encontraron cadáveres de cristeros fusilados durante la rebelión en la que estuvieron sus ancestros. También era común la operación de hornitos para tequila.

“Allí cocían el mezcal y luego lo molían en la Quiteria; tenían un anillo grandulón, con agua, un anillo de cemento y unas mulas que daban vueltas por afuera, aventaban las bolas de mezcal, y las mulas paseaban como un rodillo, que lo iba machucando, y se iba corriendo el agua a una acequia, hasta que quedaba el gabazo, hasta que quedaba seco y ya lo sacaban así…”.

La fabricación artesanal del licor del agave fue mermando “hace como 50 años, cuando las fábricas grandes empezaron a acaparar todo el mezcal, y se acabaron todos los hornitos”.

De cualquier modo, la vida es hoy mejor. Aunque los pesados camiones agaveros destrozan los caminos, la energía eléctrica es errática, el agua llega precariamente por la red, los drenajes salen a cielo abierto al final del poblado, las escuelas se están cayendo y los jornales son bajos.

Horno de mezcal. Foto de BruNoticias

Muchos se van de jornaleros a las plantaciones de agave mejor cotizadas, en Los Altos o el sur de Jalisco; muchos más, como Javier Rivera, terminan en Williams, California, ganando en un día 100 o 200 dólares. La prosperidad fomentada por el tequila es aquí nada más un eslogan, señala Salvador Mateo, promotor de la organización Antorcha Campesina, que apoya a los vecinos.

Pero siempre hay localidades donde las cosas están peor. Apenas en noviembre de 2023, la ranchería El Naranjo, de menos de 100 pobladores, enclavada muy cerca del margen izquierdo del río Santiago, fue completamente desalojada, en una huida abrupta bajo el cobijo de la noche. La causa aparente es la amenaza de una célula criminal del Cártel Jalisco Nueva Generación, bajo el control de un sicario apodado El Güero Conta.

Según las versiones extraoficiales, vertidas por víctimas que no quisieron interponer denuncia formal, los criminales son apoyados por algunos elementos de la policía municipal y de la estatal, y estarían amparando un despojo de 400 hectáreas, agave en fase de maduración y maquinaria agrícola por valor de cuatro millones de pesos (ver Proceso, https://www.proceso.com.mx/nacional/2024/1/18/tras-amenazas-del-cjng-vacian-pobladores-la-comunidad-de-los-naranjos-en-tequila-jalisco-322370.html).

Los presuntos responsables difundieron un comunicado “al pueblo de Tequila”, en que aseguran: “…nosotros siempre hemos respetado a nuestra gente, a nuestro turismo y a la sociedad en general. Y lo seguiremos haciendo, porque nuestra causa es totalmente ajena los ciudadanos de bien (sic)”.

Sin embargo “es importante que sepan que con todos los habitantes del rancho Los Naranjos así como con la familia Sierra de esa localidad el trato será diferente a causa de sus acciones”, las cuales no son aclaradas. “Y para los habitantes de los ranchos San Pedro de los Landeros y el Medineño, ya tenemos conocimiento de que junto con la Policía Municipal están ayudando a esos naranjeños. Esta será la única Advertencia que haremos; por lo tanto [si] sorprendemos ayudándoles o pasando información de cualquier tipo que sea, tomaremos acciones o medidas diferentes. ¡Esto con la finalidad de seguir conservando la tranquilidad de nuestro pueblo!”.

Y una posdata: “hay recompensa por quien (sic) nos pase cualquier tipo de información sobre las personas ya mencionadas”. Esta es nota de la vida cotidiana en el siglo XXI no solo en las regiones agaveras de Jalisco.

La verdad es que los tiempos pretéritos, no eran de capitalismo salvaje, advierte María Alicia Rodríguez Pérez. Aunque siempre hubo bandidaje y guerrillas, cuyas motivaciones a veces se confundían, pues muchos aprovechaban para irse “a la bola” y expiar pecados viejos con los nuevos, al menos hasta 1930.

En todo caso, el influjo de una iglesia católica a la ofensiva tras el primer concilio Vaticano fue poderoso sobre las conciencias de los propietarios, y derivó en cierta forma de paternalismo muy propia del pasado: los dueños de las fincas tequileras asumían su responsabilidad social y aportaban a la atención de los pobres lo mismo que a la infraestructura pública y a las obras pías.

“En un libro de Lupe Gallardo, se dice que Anita González Rubio (su tía), segunda esposa de Jesús Flores, cada que venía a Tequila a la finca de El Retiro, la estaban esperando el señor cura, el presidente municipal y los responsables de los hospitales, para obtener sus respectivos patrocinios […] ellos donaron los terrenos del panteón civil después de que las Leyes de la Reforma hicieron civiles los registros; había sin duda un negocio pero tenía soporte social”, subraya. Lupe Gallardo fue heredera, en 1936, de González Rubio, y administradora de Tequila Cuervo hasta 1957.

La Breve historia de Ana González Rubio y de la Torre -La Casa de los Perros, Don Jesús Flores Arreola y Don José Cuervo Labastida- (en https://anagonzalezrubio.blogspot.com/2015/03/la-casa-era-de-un-piso-antes-de.html), detalla: “Ana se casó con Don Jesús Flores Arreola de 72 años, en 1876, originario de Tequila, Jalisco, año en que fue remodelada la Casa de los Perros en la avenida Alcalde 225 de Guadalajara, para posteriormente ser habitada por ellos. Don Jesús fue dueño de las haciendas de San Martín, El Pasito y Llano de las Velas […] antes de morir en 1900, don Jesús Flores pidió a su esposa se casara con su sobrino José Cuervo, con el que se casó el mismo año”.

Ana heredó La Constancia, y “renombró esta destilería La Rojeña, el nombre que todavía tiene en la actualidad. En los primeros años del siglo, el tequila Cuervo ganó prestigiosos premios internacionales en las exposiciones en Europa, incluyendo el Gran Premio de Madrid de 1907, y el Gran Premio de París de 1909. Ana también fue dueña de la hacienda San Antonio del Potrero. José Cuervo Labastida y Ana, tuvieron muchas más propiedades en Tequila, Guadalajara y México a donde se fueron a vivir en 1909 y tuvieron un gran progreso económico y social, tanto que no les afectó la Revolución y prestaban dinero a los hacendados que perdieron todo”.

Un catolicismo social que vio en un personaje como el aguerrido obispo Orozco y Jiménez, un líder natural, pues reflejaba la idea de mundo de estas elites y de los pueblos tradicionales de la barranca que le dio refugio.

Imagen tomada de BruNoticias

 Fama veleidosa

En la vida, un reto muy grande es sobrevivir al propio éxito. La construcción cultural que sustentó el auge de la bebida de agave azul, no solo es el cine mexicano de la época de oro, las canciones de José Alfredo Jiménez y las Noches tapatías de Arturo Javier Sauza. Desde San Antonio, Texas, una de las capitales mundiales de la mexicanidad, el empresario René Rivial se trajo el Festival Internacional del Mariachi a Guadalajara. Un buen “mentís” a los nacionalismos trasnochados y victimistas. Pero ya estaba de algún modo la plataforma. El resto lo puso el Tratado de Libre Comercio, firmado en 1994.

La cabecera municipal de Tequila ha debido lidiar con la creciente reputación de la marca. El asentamiento apacible y pintoresco se convirtió en “pueblo mágico” y se llenó de infraestructura citadina, de inversiones de empresarios tapatíos y de pasajes californianos ajenos a su fisonomía tradicional. Luego fue invadido por foráneos. Los nativos no parece estar cómodos.

Comenta María Alicia Rodríguez Pérez: “Yo me vine a vivir cuando me tocó hacer el proyecto del museo, pero fue antes de que se diera este proceso […] por supuesto que es bueno que nos conozcan y visiten, pero de algún modo, hay un exceso de desorden”, porque en muchos visitantes exhiben un civismo defectuoso, lo que ocasiona ruido, disturbios, inseguridad, contaminación y desaseo. Tampoco se deben omitir los efectos “ocultos”: la sobrevaloración de los inmuebles, la gentrificación lenta pero inexorable, la apropiación de los espacios por intereses de fuera, legítimos y no tanto.

Si sirve de consuelo, es mal de muchos: ha pasado con prácticamente todos los pueblos mágicos de Jalisco y el país. Son las contradicciones de la modernización que desgarran a México periódicamente, desde las reformas administrativas de Carlos III que coincidieron con el primer éxito del “vino mezcal” en el ya lejano siglo XVIII.

Cabezas de agave. Foto de la UNESCO

Vinieron en 150 años la Independencia, la Reforma, la Revolución, la guerra Cristera. José Vasconcelos se presentó como candidato presidencial, y en 1929, cuando doña Jesusita cumplía 20 años, se asomó a la insondable y enconada grandeza de los cañones tantas veces insurgentes del norte de Guadalajara. “Hicimos un alto en el mirador natural, desde donde se abarca el espectáculo de la barranca, un poco abrupto, pero imponente. Cerca de mil metros, si mal no recuerdo, baja la quebrada, cubiertas sus dos laderas de vegetación de diversos climas; en torno, la extensión es desierta, salpicada de arbustos, la tierra amarilla. Uno de esos panoramas inhumanos y grandiosos, tan frecuentes en nuestro desamparado territorio…” (Memorias IV. El proconsulado).

Doña Jesusita Mayorga Castro murió cerca de su siglo, en 2009. Apenas tres años antes, hablaba de su experiencia terrenal más intensa, cerca de dos sacerdotes perseguidos.

– El gobierno decía que Orozco Jiménez era un obispo guerrillero.
– Tú sabes cómo son los persecuciones; cuando una persona tiene odio por alguien, todo lo que hacía decían que era puro desafío al gobierno, y la verdad, lo hacía porque esa era su misión, en cuanto al amor de Cristo.

– ¿En La Cristiada nunca recibió visitas de cristeros cuando estaba escondido?
– No, que yo sepa no. Había un padrecito que se llamaba Feliciano Leal, que iba a visitarlo, y el señor cura de El Salvador, que se llamaba José Ruiz, y ese sí decían que era cristero.

– ¿Y Garibi qué opinaba de la guerra?
– Tampoco hablaba nada; juntaba a todo mundo ahí para que estudiaran la doctrina, les explicaba el Evangelio en la mesa; íbamos todos los días a misa.

Librado, hermano de Jesusita, fue guerrillero. Y ella misma se involucró. “Después nos llevaron a la cárcel a él y a mí, porque yo le llevaba parque y ellos andaba por allá en la sierra vigilando, jajaja […] salí en una semana de la penal de Escobedo, y mi hermano, en seis meses”. Una historia de olvidos para contarse al calor de mezcales de agave azul, “al estilo Jalisco”, diría José Alfredo. Y de pronto, el alma sencilla de la nonagenaria diluye la asombrosa épica humana:

-¿Nunca le dio miedo a usted meterse en eso?
– Tú sabes que los mártires se van con todo y huarachitos el cielo. El que muere por la iglesia, para qué quiere más.

Agustín del Castillo

Periodista especializado en temas de medio ambiente. Ganador del premio para América Latina de la Fundación Reuters y la UICN en el año 2008. Obtuvo el Reconocimiento Nacional de Conservación de la Naturaleza en 2005, y el premio nacional de periodismo ambiental 2010 patrocinado por la UdeG y Greenpeace. Galardonado en varias ocasiones con el Premio Jalisco de Periodismo.